*24.42.-¡Llegó la hora de las competencias! – JORGE IVÁN GONZÁLEZ
*La descentralización, una revolución – CRISTINA DE LA TORRE
*El deterioro democrático: los diseños constitucionales importan – RODRIGO UPRIMNY
*Colombia fraccionada en átomos y Cristo haciendo cuentas alegres – AURELIO SUÁREZ
*Saber perder, sí, ¿y saber ganar? – EDUARDO POSADA
El fenómeno de personas que llegan al poder por medios democráticos y luego minan la democracia con fines tiránicos no es novedoso.
Le llaman “consentimiento del perdedor”. Es una premisa fundamental de la democracia: aceptar la derrota en las urnas.
Lo contrario deslegitima el sistema y conduce, en situaciones extremas, a la violencia. Por supuesto que ello asume que el proceso electoral ha estado rodeado de garantías para los partidos en disputa, que las cifras son ciertas, y que, en caso de resultados controvertibles, existen instituciones confiables para resolver los conflictos.
14 nov 2024.- Kamala Harris, la candidata presidencial por el Partido Demócrata en los Estados Unidos, aceptó públicamente su derrota el día después de las elecciones. Horas antes había llamado a su contrincante, Donald Trump, para felicitarlo por su victoria. También lo hizo el presidente Joe Biden, quien recibió a Trump esta semana en la Casa Blanca para dar inicio al cambio de guardia.
Vale la pena leer o escuchar el discurso de Harris en la Universidad de Howard, donde aceptó la derrota. Fue un discurso breve, emotivo, elegante, y con un mensaje aleccionador para el futuro de las democracias.
“Debemos aceptar el resultado de estas elecciones”, expresó Harris pronto en su discurso. E hizo públicas sus felicitaciones a Trump, además de ofrecerle ayuda (como actual vicepresidenta) en las tareas de la transmisión de mando, y su compromiso con la “transferencia pacífica del poder”.
Ante un auditorio universitario, apartes del texto de Harris resonaban en salones de clase sobre política: “un principio fundamental de la democracia americana es que cuando perdemos una elección, aceptamos sus resultados”. Eso es lo que “distingue a las democracias de tiranías o monarquías”.
“Trump, se sabe, no aceptó la derrota electoral en 2020. ¿Cómo se comportará esta vez como ganador? Saber ganar y saber perder son ambos principios fundamentales en toda democracia”.
Aceptar la derrota, aclaró Harris paso seguido, no es claudicar, ni abandonar la causa de su campaña. Las luchas democráticas exigen paciencia. Y cerró su discurso con palabras de esperanza.
Es claro que Harris no tenía razones para dudar de los resultados. El triunfo de Trump fue contundente: tanto en el Colegio Electoral como en el voto popular. Los republicanos dominan las dos cámaras del Congreso. El curso elemental de historia de la democracia iba dirigido a Trump y sus fanáticos seguidores.
La foto de Trump con Biden en la Casa Blanca en días pasados está llena de ironía. Trump todavía no ha aceptado su derrota en las elecciones de hace cuatro años –aunque al reunirse con Biden ha reconocido su autoridad presidencial–. Las imágenes de las tomas del Capitolio por las turbas trumpistas, en enero de 2021, siguen bastante frescas en la memoria colectiva. Su campaña estuvo acompañada de repetidas acusaciones anticipadas de fraudes en su contra, y de mensajes deslegitimadores de las instituciones electorales estadounidenses.
Entre los estudiosos de las consolidaciones democráticas, el “consentimiento del perdedor” ha recibido más atención que el “comportamiento del ganador”. Sin embargo, el auge de las recientes “erosiones democráticas” en muchas partes del mundo exige cambios de foco. (Véase el artículo en American Journal of Political Science, 01/2022, reseñado en esta columna).
El fenómeno de personas que llegan al poder por medios democráticos y luego se dedican a minar la democracia con fines tiránicos no es novedoso. Pero tal parece ser hoy el mecanismo más común para la entronización de los “nuevos déspotas”. Tras sus triunfos electorales, la emprenden contra la prensa, debilitan los mecanismos de control y concentran poder para perpetuarse con los suyos en el mando.
Trump, se sabe, no aceptó la derrota electoral en 2020. ¿Cómo se comportará esta vez como ganador? Saber ganar y saber perder son ambos principios fundamentales en toda democracia.
https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/saber-perder-si-y-saber-ganar-3399754
24.42.-¡Llegó la hora de las competencias! – JORGE IVÁN GONZÁLEZ
Con la casi segura aprobación del acto legislativo sobre autonomía territorial, ha llegado la hora de tomar en serio la definición de competencias y los criterios para distribuir los recursos entre la nación y las entidades territoriales. La reflexión sobre estos dos temas se vuelve prioritaria porque el proyecto de acto legislativo no los aborda y los deja a consideración de una ley posterior.
8 nov 2024.- Desde una lógica racionalista, cartesiana, se podría afirmar que antes de definir el monto de recursos se deberían discutir las competencias y los criterios de distribución. No obstante sus bondades intrínsecas, este camino tiene enormes dificultades en la esfera política.
La vía por la que optó el Congreso es más expedita porque la definición del porcentaje de las transferencias obliga a que inmediatamente se apruebe al acto legislativo, se pase al debate sobre competencias y distribución. Y este proceso exige un replanteamiento radical de la estructura del Estado. Se requiere una reforma administrativa tan relevante como la de Lleras de 1968.
La transformación tiene que ser sustantiva si se quiere que las regiones tengan mayor autonomía.
La necesidad de esta reforma no es nueva. Se debería haber desprendido directa-mente de la Constitución de 1991, que tenía un enfoque claramente regional.
Esta decisión no se tomó, y los temas relacionados con el ordenamiento territorial y con las funciones y recursos de los gobiernos locales se fueron aplazando, y esta situación se trató de enmendar de manera muy imperfecta con la ley 1454 de 2011, o Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial (Loot) (República de Colombia 2011). Esta norma no cumplió con su cometido.
Llegó la hora de discutir las nuevas competencias y los criterios de distribución de los recursos. No tienen sentido las miradas apocalípticas de Hacienda, del Comité Autónomo de la Regla Fiscal (Carf), de Planeación Nacional, y de excelentes economistas y centros de investigación. En lugar de este panorama trágico, la aprobación del acto legislativo será una invitación a mirar hacia el futuro.
La categorización, tanto de los departamentos como de los municipios, es el pre-requisito para avanzar en las discusiones sobre competencias y recursos. Un criterio básico es aceptar la heterogeneidad, y uno de las variable sustantivas debería ser la geografía, expresada en densidades, distancias y activos ambientales. Cada uno de los departamentos tiene especificidades, y su excepcionalidad está dada por la geografía.
Y en cuanto a los municipios, es inaceptable que 967, equivalentes al 88%, estén en la categoría 6. Esta forma de ordenar no discrimina. La clasificación existente de los municipios le ha dado prioridad a criterios relacionados con la población. Esta lógica tiene que cambiar de manera sustantiva.
En un ejercicio inicial que se realizó en Planeación Nacional se propusieron ocho categorías. El principal criterio es la geografía. En la primera categoría la única ciudad es Bogotá. La segunda categoría cubre las 5 ciudades más grandes después de Bogotá. La tercera incluye 12 centros aglomerados, siguiendo las orientaciones de la Misión de Ciudades.
Y las otras cinco categorías se forman a partir de la geografía y la capacidad administrativa. Con esta nueva clasificación los municipios quedan mejor repartidos. Y a partir de allí sí se puede comenzar a precisar competencias y criterios de distribución de los recursos. Habría que avanzar en una categorización similar de los departamentos.
https://www.larepublica.co/analisis/jorge-ivan-gonzalez-506394/llego-la-hora-3994247
24.42.-La descentralización, una revolución – CRISTINA DE LA TORRE
Si se hace a derechas, la descentralización tocará la médula del sistema político: desplazará el núcleo del poder del centro a la periferia. Una verdadera revolución, cuyo proyecto coopta el ministro Cristo para trocarlo en bandera mayor entre las vicisitudes de esta administración. Altibajos que van de reforma pensional y despegue de la agraria a la descorazonadora negociación con el ELN, signada por la impotencia del Gobierno en la mesa y su falta de criterio para conciliar política de paz y de seguridad, de donde ha podido ese grupo armado ampliar su incursión violenta en zonas enteras del territorio. Reminiscencias del siglo XIX, sembrado de guerras civiles entre oligarquías regionales que se disputaban la hegemonía o el poder central entre un archipiélago de regiones, hoy no siempre se trata de recuperar territorios sino de conquistarlos.
12 nov 2024.- En manos enérgicas pero cuidadosas, la descentralización será menos un riesgo para las finanzas públicas que el derrotero hacia la siempre aplazada autonomía de las regiones. Más allá del manejo de recursos públicos, aquella reorganiza la estructura y la operación del Estado. De raigambre netamente política, la descentralización redistribuye los centros de poder y de decisión, y altera la dinámica de la clase política. Fortalece a alcaldes y gobernadores mientras la clase parlamentaria reemplaza su desapacible papel de suplicante ante la enhiesta frigidez de Bogotá por la vocería inmediata de sus electores en provincia. Dirá Juan Manuel Ospina que se avanza hacia la autonomía cuando se descentraliza no apenas la ejecución sino la decisión política. Autonomía es empoderamiento de regiones y localidades (Opera, U. Externado, 2002).
Ya se dijo y se aceptó: redistribución de recursos no habrá sin definición de competencias. Éstas tendrán que adaptarse a las particularidades de la región y su ejecución demandará capacidad administrativa para fijar prioridades de inversión y gestionar los recursos sin dilapidarlos ni robárselos. A lo cual deberán tributar organismos de control independientes de los partidos, veeduría ciudadana y acción de la Justicia sobre clanes políticos y grupos armados que meten su mano peluda en el presupuesto del municipio. Al parecer la banda de Calarcá acaba de amenazar a cinco alcaldías para extorsionar en obras y proyectos.
Recuerda Ospina que la Constitución del 91 propuso construir la unidad desde la diversidad. Pero en vez de edificar nación, explica, la dirigencia del país satanizó la política y entregó sus destinos a una tecnocracia que creyó lanzarlo de la sociedad pastoril a la moderna. Error. El problema no era de gerencia sino de política. No podía abordarse a Colombia como una realidad homogénea ni desestimar las particularidades de sus regiones ni sus desigualdades. Son los procesos sociales y las decisiones políticas los que señalan el punto de equilibrio entre unidad y diversidad. Y es en la tensión entre lo nacional y lo regional donde se encuentra el meollo de la descentralización, entre los extremos del centralismo y el federalismo radical. No logró la tecnocracia modernizar el país.
La estentórea advertencia de sectores suyos sobre la salud del fisco naufraga en el espectáculo de su incapacidad para limar siquiera inequidades entre regiones. El PIB per cápita del Vichada es 15 % del de Bogotá. Muchos de quienes así han gobernado convirtieron su humilde medianía en mérito que pavonean sobre las inequidades sociales y geográficas. Con su desdén por la política encubren, no obstante, los intereses que agencian y que barnizan en la ficción de neutralidad de la técnica, en los designios de la mano invisible del mercado. La mano de Dios. Mas la descentralización que se construirá en 12 años se abre paso como una tromba: será la reforma del siglo, una revolución.
24.42.-El deterioro democrático: los diseños constitucionales importan – RODRIGO UPRIMNY
Las razones del retroceso democrático que está viviendo el mundo son múltiples, por lo cual no es fácil explicarlo; aún más difícil es encontrar formas adecuadas para enfrentarlo. Pero es urgente hacer ambas cosas si queremos defender y profundizar la democracia, como lo argumenté en mi última columna. Exploro entonces un tema que ha sido poco abordado en los debates acerca de este declive democrático pero que me parece relevante, tal vez por mi sesgo profesional: el peso que pueden tener los diseños constitucionales en esa dinámica.
17 nov 2024.- Mi conjetura es que ciertos arreglos constitucionales favorecen el deterioro democrático mientras que otros tienden a prevenirlo. Y creo que cinco factores son claves: i) la forma de gobierno, esto es, si es un régimen presidencial o uno parlamentario; ii) el régimen territorial, esto es, si es un país centralista o más autonómico, incluso federal; iii) el sistema electoral, esto es, si es un régimen proporcional como en Colombia, que favorece el multipartidismo, o uno mayoritario, que genera bipartidismo, como en Estados Unidos o el Reino Unido; iv) la fortaleza e independencia de los jueces; y v) la existencia o no de otras instituciones autónomas, como un tribunal constitucional o un banco central.
Mi tesis es que el peor diseño constitucional es el presidencialismo, combinado con centralismo, débiles garantías de independencia judicial, ausencia de otros órganos autónomos y con un sistema electoral mayoritario. Ese país, por su sistema electoral, probablemente será bipartidista y quien gane la presidencia, aunque sea por un voto, se queda con todo el poder ejecutivo, sin necesidad de hacer compromisos con los perdedores; tampoco tendrá contrapesos en poderes regionales debido al centralismo. Y si su partido gana también en el congreso, lo cual no sería raro por ser bipartidista, tampoco tendría controles en el legislativo. Y como el poder judicial es débil y no hay otras instituciones autónomas, entonces ese presidente será una especie de monarca electivo, como se decía que era el presidente en la Constitución de 1886 en Colombia. Es, pues, un mal diseño constitucional para la democracia por la polarización que provoca y los evidentes riesgos de autoritarismo presidencial.
En el otro extremo, creo que el mejor diseño constitucional es un régimen parlamentario combinado con federalismo, un sistema electoral proporcional, con fuertes garantías a los jueces y la existencia de otros órganos autónomos, como un tribunal constitucional o un banco central. Ese país será probablemente multipartidista, por su sistema electoral. Al ser parlamentario, el gobierno debe contar con el apoyo de las mayorías parlamentarias: el partido que gane probablemente no tendrá mayoría absoluta, por el multipartidismo, por lo cual deberá tomar en cuenta otras voces para formar gobierno. Esto tiende a reducir la polarización. Ese primer ministro no será entonces ningún monarca electivo pues tendrá, además, contrapesos en los gobiernos regionales y controles judiciales y de los otros órganos autónomos. Los riesgos de polarización y autoritarismo gubernamental son entonces menores en este diseño constitucional.
Un buen diseño constitucional no asegura totalmente la democracia contra los asaltos autoritarios, como lo mostró la toma del poder por Hitler en los treintas, a pesar de que la Constitución de Weimar tenía varios rasgos del que considero el esquema óptimo. Igualmente, la democracia ha funcionado relativamente bien en Estados Unidos, a pesar de que su esquema constitucional tiene elementos problemáticos: presidencialismo y sistema electoral mayoritario. Tengo claro que el auge o declive democrático deriva esencialmente de factores económicos, sociales y culturales profundos, pero los diseños constitucionales distan de ser irrelevantes.
24.42.-El deterioro democrático: los diseños constitucionales importan – RODRIGO UPRIMNY
Las razones del retroceso democrático que está viviendo el mundo son múltiples, por lo cual no es fácil explicarlo; aún más difícil es encontrar formas adecuadas para enfrentarlo. Pero es urgente hacer ambas cosas si queremos defender y profundizar la democracia, como lo argumenté en mi última columna. Exploro entonces un tema que ha sido poco abordado en los debates acerca de este declive democrático pero que me parece relevante, tal vez por mi sesgo profesional: el peso que pueden tener los diseños constitucionales en esa dinámica.
17 nov 2024.- Mi conjetura es que ciertos arreglos constitucionales favorecen el deterioro democrático mientras que otros tienden a prevenirlo. Y creo que cinco factores son claves: i) la forma de gobierno, esto es, si es un régimen presidencial o uno parlamentario; ii) el régimen territorial, esto es, si es un país centralista o más autonómico, incluso federal; iii) el sistema electoral, esto es, si es un régimen proporcional como en Colombia, que favorece el multipartidismo, o uno mayoritario, que genera bipartidismo, como en Estados Unidos o el Reino Unido; iv) la fortaleza e independencia de los jueces; y v) la existencia o no de otras instituciones autónomas, como un tribunal constitucional o un banco central.
Mi tesis es que el peor diseño constitucional es el presidencialismo, combinado con centralismo, débiles garantías de independencia judicial, ausencia de otros órganos autónomos y con un sistema electoral mayoritario. Ese país, por su sistema electoral, probablemente será bipartidista y quien gane la presidencia, aunque sea por un voto, se queda con todo el poder ejecutivo, sin necesidad de hacer compromisos con los perdedores; tampoco tendrá contrapesos en poderes regionales debido al centralismo. Y si su partido gana también en el congreso, lo cual no sería raro por ser bipartidista, tampoco tendría controles en el legislativo. Y como el poder judicial es débil y no hay otras instituciones autónomas, entonces ese presidente será una especie de monarca electivo, como se decía que era el presidente en la Constitución de 1886 en Colombia. Es, pues, un mal diseño constitucional para la democracia por la polarización que provoca y los evidentes riesgos de autoritarismo presidencial.
En el otro extremo, creo que el mejor diseño constitucional es un régimen parlamentario combinado con federalismo, un sistema electoral proporcional, con fuertes garantías a los jueces y la existencia de otros órganos autónomos, como un tribunal constitucional o un banco central. Ese país será probablemente multipartidista, por su sistema electoral. Al ser parlamentario, el gobierno debe contar con el apoyo de las mayorías parlamentarias: el partido que gane probablemente no tendrá mayoría absoluta, por el multipartidismo, por lo cual deberá tomar en cuenta otras voces para formar gobierno. Esto tiende a reducir la polarización. Ese primer ministro no será entonces ningún monarca electivo pues tendrá, además, contrapesos en los gobiernos regionales y controles judiciales y de los otros órganos autónomos. Los riesgos de polarización y autoritarismo gubernamental son entonces menores en este diseño constitucional.
Un buen diseño constitucional no asegura totalmente la democracia contra los asaltos autoritarios, como lo mostró la toma del poder por Hitler en los treintas, a pesar de que la Constitución de Weimar tenía varios rasgos del que considero el esquema óptimo. Igualmente, la democracia ha funcionado relativamente bien en Estados Unidos, a pesar de que su esquema constitucional tiene elementos problemáticos: presidencialismo y sistema electoral mayoritario. Tengo claro que el auge o declive democrático deriva esencialmente de factores económicos, sociales y culturales profundos, pero los diseños constitucionales distan de ser irrelevantes.
24.42.-Colombia fraccionada en átomos y Cristo haciendo cuentas alegres – AURELIO SUÁREZ
Debilitar al Gobierno central, enclenque y endeudado, eliminará su concurso para el sistema educativo nacional o para la seguridad social, el saneamiento básico, la cultura, el deporte y la ciencia o la industria y el agro.
Juan Fernando Cristo, el ministro del Interior, sirvió de ejemplo al premio nobel de economía 2024, James Robinson, cuando escribió sobre esos “colombianos (que) aplican una moralidad generalizada o limitada, dependiendo del contexto” (‘Colombia: ¿otros cien años de soledad?’, 2013).
15 nov 2024.- Lo elogió como senador proponente de la Ley de Víctimas, “uno de los asuntos más relevantes”; sin embargo, cuestionó la alianza familiar para la alcaldía de Cúcuta que su hermano Andrés selló con Ramiro Suárez, el exalcalde condenado a 27 años por “el asesinato de un asesor” en las elecciones de 2011. Narra Robinson que, “cuando Cristo fue confrontado por un periodista”, dijo: “La política local opera con una lógica diferente” (Harvard University, 20/5/2013).
En el Proyecto de Acto Legislativo 018 (PAL 018), que eleva las transferencias del Sistema General de Participaciones (SGP) a municipios y departamentos al 39,5 por ciento de los ingresos corrientes de la nación (ICN) en el término de 10 años, ¿cuál de las “morales” del ministro se refleja?
Se oyen voces sensatas, incluso de algunas instituciones, que advierten los graves riesgos que conlleva la iniciativa. Tal vez no interesa, pues cuenta con el aliento no solo del presidente Petro, sino de 80 senadores, encabezados por el Pacto Histórico, que lo pasaron a la Cámara para último trámite. “Los mismos con las mismas”, el “país político” que eligió al consigliere legislativo Gregorio Eljach como procurador para “derrotar la corrupción”.
Algunos insisten en los efectos negativos que causaría a la hacienda nacional. Por ejemplo, que “un aumento del 65 % en las transferencias del SGP significaría $60 billones adicionales por año, un monto superior al presupuesto de inversión para 2025, que es de $44 billones. Esto implica que, incluso eliminando por completo la inversión del Gobierno nacional, no sería posible financiar un aumento de esta magnitud…” (Fedesarrollo, 21/10/24).
Por su parte, el fallecido economista Jorge Espitia en 2015 desarrolló un modelo que mostró que los ICN dependen de otras variables, al contrario de las tesis peregrinas de Cristo y Petro, que dicen que, con un porcentaje mayor más la reasignación de competencias, se concreta la anhelada “autonomía”.
Espitia demostró que inciden las fluctuaciones de la tasa de cambio, del precio internacional del petróleo, del PIB por habitante, del grado de apertura de la economía y de la producción industrial. No se asegura un alza constante ni de los ICN en 10 años ni del SGP, tal como acotó Andrés Pardo: “Sin considerar los ciclos económicos” (X, 29/10/24) y a sabiendas de que los precios de salud y educación han sido superiores al IPC general. Engañosas, las cuentas de la vaca lechera de Cristo.
Hay otras aristas. El trabajo titulado País raquítico, país robusto (U. Externado, 2024), de Óscar Alfonso y otros, describe que 44 por ciento de los colombianos se aglomera en 74 municipios “metropolizados”; 24,9 vive en 302 de crecimiento intermedio; 12,3, en 479 que van en declive poblacional y 18,7, en 267 con riesgo de descenso. ¿Atiende el PAL 018 esa dinámica anormal?
Édgar Revéiz plantea –para la adecuada descentralización– una política nacional de ordenamiento territorial (PNOT). Más forzosa cuando, como dice, se superponen las distintas crisis y predominan las relaciones con el “Estado como mercado”, que produjo una triple sociedad: la cooptada, un tercio; la informal, que es casi la mitad, y la criminal, que se incrementa. ¿Encara, de manera responsable, el PAL 018 a las “fuerzas de ocupación de la democracia”? ¿A corruptos, narcos y violentos?
Las reformas a las transferencias de 2001 y 2007 restaron cerca de 400 billones de pesos (de 2024) a municipios y departamentos, y las secuelas son evidentes. En 2023, solo el 86,7 por ciento, entre infantes de 6 a 10 años, fue la matrícula neta en primaria (Sineb) y la cobertura de vacunación en eventos trazadores de apenas 84,5, menos que el 93 por ciento de 2010 (OBS, Uniandes, 2024). Penoso retroceso.
¿Cuál es la garantía de que las nuevas competencias, como la prevención de desastres, los planes de alimentación escolar, la salud preventiva integral, la construcción de vías terciarias u otras más asignadas, no tendrán igual suerte? Debe iniciarse por estimar sus costos reales para evitar el colapso.
La crítica política es la más contundente. Debilitar al Gobierno central, enclenque y endeudado, eliminará su concurso para el sistema educativo nacional o para la seguridad social, el saneamiento básico, la cultura, el deporte y la ciencia o la industria y el agro.
“Sálvese quien pueda” en la Colombia atomizada, más débil aún frente a los poderes extranjeros que la recolonizan (Soberanía, 12/11/24). ¿Está la recolonización en las lógicas de Cristo y Petro? Reforma de pancarta.