*24.37.-Lo que traería una victoria de Trump a la economía estadounidense JOSEPH E. STIGLITZ
*Austria: victoria electoral de la ultraderecha, en medio del estancamiento económico. Dossier ÀNGEL FERRERO – MICHAEL ROBERTS

La ultraderecha austríaca gana las elecciones, pero sobre todo la hegemonía

Àngel Ferrero

Los pronósticos finalmente se cumplieron y el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) se impuso claramente en las elecciones legislativas del domingo, convirtiéndose en la primera fuerza del país con un 28,8% de los votos, una subida de más de 12 puntos con respecto a las últimas elecciones.

Con estos resultados el FPÖ consigue por primera vez en su historia adelantar al Partido Popular Austríaco (ÖVP), que ha obtenido un 26,3%, con una importante caída de 11 puntos porcentuales en las urnas. Aunque el Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ) no ha conseguido mejorar sus resultados —un 21%— tampoco registra pérdidas significativas, pero la subida del FPÖ lo relega a un incómodo tercer puesto. Les siguen los liberales de NEOS con un 9,2% (+1,1) y Los Verdes con un 8,3% (-5,6). Ni el Partido Comunista de Austria (KPÖ) ni el satírico partido de la cerveza (BIER) han conseguido superar el umbral necesario para entrar en el parlamento y se quedan con la duda de si lo hubiesen conseguido de retirarse el otro, además de la de hasta qué punto el SPÖ ha capitalizado el voto útil de las izquierdas.

30 sep 2024.- Los resultados de estas elecciones son inauditos y el futuro político de Austria, incierto. Algunas voces internacionales ya han expresado su preocupación: desde el ministro de Exteriores de Italia, Antonio Tajani (“creo que Austria necesita una coalición de Gobierno que excluya al FPÖ, las luchas políticas se ganan siempre en el centro para que los partidos de extrema izquierda y extrema derecha no puedan causar daños”), hasta el presidente del Congreso Europeo Judío, Ariel Muzicant, en unas declaraciones al diario italiano La Stampa.

Que los “azules” —como se conoce a la ultraderecha en Austria— hayan ganado estas elecciones no significa automáticamente que vayan a gobernar. Este lunes, el diario Der Standard recordaba que en 2019 tuvieron que pasar 100 días hasta la formación de un Ejecutivo. Aunque el FPÖ ya tiene preparado su equipo negociador y no quiere esperar demasiado a sentarse a la mesa, se interponen varios obstáculos en su camino a Ballhausplatz 2, sede de la Cancillería Federal de Austria. El presidente del país, Alexander van der Bellen, podría, por ejemplo, haciendo ejercicio de sus funciones, no encargar a Herbert Kickl, el candidato del FPÖ, la tarea de formar Gobierno apelando a los pilares democráticos de la constitución de la Segunda República, aunque esta posibilidad parece remota.

Los conservadores, decisivos

Los titulares se los lleva el FPÖ, pero la llave de gobierno la tiene el ÖVP. A pesar de su fuerte descenso —los populares austríacos no se han beneficiado ni de la caída de la inflación en agosto, ni de la supuesta estabilidad que los votantes buscan tras catástrofes naturales como la de las recientes riadas en Europa central, ni de sus equilibrios en política exterior con Rusia sobre la base de la neutralidad histórica del país—, los 52 diputados conservadores serán clave para formar un Ejecutivo.

La primera opción del ÖVP sería entrar en una coalición de gobierno con el FPÖ como socio minoritario. Esta opción cuenta en el partido tanto con voces a favor como en contra. Dentro de las primeras —entre las que se encuentra, por lo que se desprende de las entrevistas concedidas semanas atrás, el propio canciller, Karl Nehammer— hay quien opta por algo más maquiavélico: un cordón sanitario no al FPÖ, sino a Kickl, con la esperanza de precipitar una crisis interna en el partido que le permita, al menos, ganar oxígeno incluso si gobiernan con ellos y, así, recuperar el terreno perdido. En esta constelación política, el ÖVP seguramente haría uso de sus 52 escaños en las negociaciones para reclamar carteras clave como Finanzas, Interior y Justicia que le permitiesen presentarse ante el electorado como el socio fiable de la coalición.

La segunda opción, descartada una gran coalición con los socialdemócratas —el sello que ha imprimido a la formación su presidente, Andreas Babler, perteneciente al ala izquierda del partido, hace que sea vista como “inestable” por buena parte de la opinión pública—, es que el ÖVP encabece un Gobierno tripartito con otros partidos, con los liberales como “partido bisagra” siguiendo el modelo alemán.

Especialmente preocupante para los socialdemócratas es la pérdida de votos en distritos electorales industriales. La dirección del SPÖ se ha mostrado abierta a participar en una ronda de conversaciones con el resto de partidos y, aunque Michael Ludwig, alcalde de Viena y uno de los pesos pesados de la formación, afirmó a los medios que no se prevé un debate sobre nombres en el partido, para la firma de una coalición con los conservadores la dimisión de Babler podría muy bien ser el precio a pagar si termina siendo visto como el principal obstáculo a su formación. Como ha constatado Barbara Tóth en Der Falter, “la campaña electoral se ha terminado y ahora comienzan las luchas por el poder”.

Mientras tanto, y a la espera de las conversaciones entre los partidos, la sociedad civil ya se ha movilizado y ya se han convocado una primera manifestación el próximo jueves 3 de octubre frente al Parlamento, en la que se exigirá a los partidos políticos que no pacten con el FPÖ.

El FPÖ conquista la hegemonía

Incluso si el FPÖ se queda fuera del Gobierno, no conviene pasar por alto que ha ganado algo quizá incluso más importante: la hegemonía política. Como primera fuerza en el Parlamento podría seguir el ejemplo de la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen y, desde allí, dedicarse laboriosamente a socavar al Ejecutivo —inevitablemente presentado como una “coalición de perdedores”— para consumar más adelante, en un momento más propicio, su asalto a la Cancillería Federal. Mientras, y a través sobre todo de las apariciones en los medios de comunicación de sus representantes electos y de las redes sociales, el FPÖ normaliza su discurso entre la opinión pública.

Un indicativo de cuán lejos ha llegado la ultraderecha austríaca en este sentido es la confirmación en las urnas de lo que venían reflejando en los últimos meses las encuestas de intención de voto y que revela que, a diferencia de lo que ocurría hace unos años, cada vez hay menos votantes que sienten vergüenza a la hora de expresar abiertamente sus simpatías por el FPÖ. Preguntada por la agencia de noticias APA por los resultados de las elecciones, la dramaturga y Premio Nobel de Literatura 2004 Elfriede Jelinek —diana de las críticas del FPÖ en el pasado y una de las voces más conocidas contra este partido— respondió lacónicamente: “Nada, está todo dicho, salvo que las catástrofes anunciadas ocurren.”

El FPÖ tiene, por tanto, motivos para celebrar los resultados de estas elecciones, porque incluso sin gobernar tendrá la capacidad de condicionar la agenda del próximo Ejecutivo. Kickl podría, desde su escaño, convertirse en uno de los hombres fuertes de la ultraderecha en Europa central. En Hungría ya gobierna desde hace años el mascarón de proa de esta corriente, Viktor Orbán, y en las recientes elecciones regionales en la República checa —que se celebraron coincidiendo con los comicios al Senado—, el partido de Andrej Babiš, ANO, fue la fuerza más votada. De mantener estos resultados, Babiš desalojaría a Petr Fiala como primer ministro en las elecciones legislativas que tienen que celebrarse en octubre de 2025, si es que no se adelantan antes. Babiš es uno de los fundadores junto con Kickl y Orbán de Patriotas por Europa, la tercera fuerza en el Parlamento Europeo y de la que también forma parte Vox.

Ninguno de los escenarios augura estabilidad y todos confirman un giro a la derecha de Europa.

https://www.elsaltodiario.com/austria/ultraderecha-austriaca-gana-elecci…

Las consecuencias políticas del estancamiento

Michael Roberts

El domingo 29 de septiembre, Austria celebró elecciones generales a su parlamento. Los 183 miembros del Consejo Nacional son elegidos por representación proporcional de lista abierta en tres niveles; una sola circunscripción nacional, nueve circunscripciones basadas en los estados federales y 39 circunscripciones regionales. Los escaños se distribuyen a las circunscripciones regionales en función de los resultados del censo más reciente. Para que las partes reciban cualquier representación en el Consejo Nacional, deben ganar al menos un escaño en una circunscripción directamente, o superar el umbral electoral nacional del 4 por ciento. Alrededor de 6,3 millones de adultos austriacos pueden votar.

Las últimas encuestas de opinión, antes de las elecciones, indican que el Partido de la Libertad neofascista (FPÖ), fundado en la década de 1950 por ex oficiales de las SS, terminará siendo el partido más votado con un 27%, justo por delante del Partido Popular conservador (ÖVP) con un 25%, que actualmente lidera el gobierno de coalición con los Verdes. Los socialdemócratas (SPO) están en tercer lugar con un 21%. El líder del FPO, Herbert Kickl, quiere ser canciller (primer ministro) y utiliza el término “Volkskanzler”, o canciller del pueblo, utilizado por primera vez por los nazis y Adolf Hitler en la década de 1930.

Si el FPO obtiene la mayor cuota de votos, podría estar en condiciones de liderar un nuevo gobierno, pero hasta ahora los líderes del OVP y los socialdemócratas se niegan a entrar en una coalición con el FPO (pero los conservadores han insinuado que podrían si el actual líder del FPO, Herbert Kinkl, no está en el gobierno). El resultado probable es una coalición OVP-FPO o, por primera vez, una alianza tripartita del OVP con el SPO y el NEOS liberal o los Verdes.

El ascenso del FPO no es nuevo. El FPO fue socio menor del OVP en el gobierno de la década de 2010. Pero se vino abajo cuando ambas partes se vieron involucradas en un escándalo de corrupción que derribó al gobierno y a su canciller del OVP en 2019. Pero ahora en toda Europa los partidos de “extrema derecha” están ganando terreno en respuesta a la supuesta “amenaza” de la inmigración y al estancamiento económico en muchas economías europeas. En junio, el FPO fue el partido más votado por primera vez en las elecciones al Parlamento Europeo, unas elecciones en las que otros partidos europeos de extrema derecha también avanzaron.

Austria tiene solo 9 millones de habitantes, pero en la última década el país ha acogido más refugiados per cápita que cualquier otro país de la UE, alimentando el resurgimiento del FPÖ. El FPO se ha convertido en una especie de partido “populista” antimigrante y anti-Islam, como se ve en otras partes de Europa. El FPO quiere poner fin a la inmigración y “hacer reemigrar” a los inmigrantes a sus países “de origen”. “¡La remigración está pendiente desde hace mucho tiempo!” proclama Kickl. El FPO también insinúa salir de la UE, o “Öxit”, un Brexit al estilo austriaco.

Pero como en otras partes de Europa, el creciente apoyo a los partidos antiinmigración de derecha tiene tanto que ver con el estancamiento en las principales economías y la alta inflación que se come los niveles de vida. Se puede decir que si Alemania tiene un resfriado, Austria contraerá la gripe. Y Alemania está sufriendo un resfriado muy fuerte para su economía en este momento. Como resultado, el desbordamiento a Austria es pesado.

El crecimiento real del PIB de Austria se está estancando en el mejor de los casos. De hecho, irónicamente, si no fuera por la inmigración (+6,3% en 2011-2020), el PIB real habría caído bruscamente, ya que la población nacional se está reduciendo y envejeciendo. Austria tendrá el tercer coste más alto relacionado con la vejez en la Unión Europea como porcentaje del PIB para 2030.

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Además, Austria sigue experimentando una alta inflación, con un promedio del 4,2 % en los últimos 12 meses, superando el promedio de la UE. La inflación sigue siendo alta porque Austria se ha visto obligada a reducir sus importaciones de gas ruso barato como parte de las sanciones de la UE contra Rusia por Ucrania. Austria está atrapada en medio entre el comercio con Rusia y con Europa Occidental.

La economía estaba en absoluta recesión en 2023. El banco central austriaco, el OeNB, espera que la economía se “estabilice” este año, con un aumento del PIB real de solo 0,3. Incluso eso parece optimista. El PIB de Austria cayó un 0,6 % en el segundo trimestre de 2024, después de una contracción del 1 % revisada a la baja en el primer trimestre anterior. Continúa la recesión.

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Al capital austriaco no le va bien. La manufactura está en una profunda recesión (cualquier cosa por debajo de 50 en el gráfico significa contracción), como en Alemania.

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El crecimiento real del PIB per cápita de Austria se estancó en todo el país en 2011-2020 y fue inferior al promedio de la UE (0,6%) en todas las regiones. La productividad laboral está estancada o disminuyendo en la mayoría de las regiones. Eso se debe a que la inversión productiva sigue disminuyendo, después de caer un 2,3 % en 2023.

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El capital austriaco ve sus beneficios limitados porque, junto con la caída de la productividad laboral, hay un aumento de los salarios para los trabajadores organizados de Austria, el aumento salarial más rápido en Europa este año. Los trabajadores intentan restaurar las pérdidas en ingresos reales que han sufrido por las altas tasas de inflación después de la COVID. A pesar de que los salarios aumentaron un 8,5 % este año, todavía no compensa la alta inflación de años anteriores. Y aunque el desempleo sigue siendo bastante bajo, los nuevos trabajos son principalmente a tiempo parcial sin perspectivas profesionales permanentes y pagan mal.

Detrás de la caída de la inversión productiva y la productividad laboral está la caída de la rentabilidad del capital austriaco, que refleja la de Alemania. El aumento a principios de la década de 2000 ha dado paso a un fuerte declive en la década de 2010, acelerándose desde la COVID.

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¿Cuáles son las soluciones que ofrecen los partidos a este estancamiento económico? El FPO tiene una mezcla de políticas neoliberales y a favor del mercado con cierto apoyo para los pensionistas austriacos -que generalmente le votan-, como aumentar las tasas de las pensiones estatales. El FPO quiere “más desregulación” y menores impuestos, incluida la reducción del impuesto de sociedades sobre las pequeñas empresas del 23 % al 10 %; y poner fin a las medidas “verdes”, eliminando un impuesto sobre las emisiones de carbono introducido en 2022. Aboga por controles de precios durante tiempos de fuerte inflación en alimentos, alquiler y energía, así como la reducción del impuesto sobre las ventas en los elementos esenciales. Y quiere mantener las importaciones de energía rusas.

El OVP conservador quiere hacer más o menos las mismas cosas que el FPO, excepto que quiere mantener las sanciones de la UE contra Rusia “promoviendo la energía renovable”. Los socialdemócratas quieren algunos impuestos nuevos sobre los ricos para pagar los recortes de impuestos para el resto de los austriacos y aumentarían el impuesto sobre los beneficios, además de un impuesto único a las empresas y bancos de energía; con una empresa estatal para invertir en energía renovable para reducir la dependencia del gas ruso.

Ninguna de estas políticas tiene ninguna probabilidad de aumentar las tasas de inversión o la productividad, y mucho menos de aumentar los ingresos reales para la mayoría de los austriacos. Así que cualquier coalición formada después de estas elecciones, ya sea liderada por el FPO o el OVP, cambiará poco la situación de los austriacos.

https://thenextrecession.wordpress.com/2024/09/28/austria-stuck-in-the-m…

https://www.sinpermiso.info/textos/austria-victoria-electoral-de-la-ultraderecha-en-medio-del-estancamiento-economico-dossier

24.37.-Lo que traería una victoria de Trump a la economía estadounidense JOSEPH E. STIGLITZ

La elección presidencial de noviembre en los Estados Unidos es crucial, por muchas razones. No solo está en juego la supervivencia de la democracia estadounidense, sino también un manejo económico responsable, con amplias repercusiones para el resto del mundo.

Lo que traería una victoria de Trump a la economía estadounidense

La elección que tienen ante sí los votantes estadounidenses no es solo entre políticas diferentes, sino también entre objetivos diferentes. Aunque la vicepresidenta Kamala Harris, candidata demócrata, no ha expuesto en detalle su agenda económica, es probable que mantenga los lineamientos centrales del programa del presidente Joe Biden, que incluye fuertes políticas públicas dirigidas a preservar la competencia, proteger el medioambiente (incluido reducir las emisiones de gases de efecto invernadero), disminuir el costo de vida, mantener el crecimiento, mejorar la soberanía y la resiliencia de la economía nacional y mitigar la desigualdad.

2 oct 2024.- En cambio, su oponente, el expresidente Donald Trump, no tiene ningún interés en crear una economía más justa, sólida y sostenible. En vez de eso, la fórmula republicana quiere extender un cheque en blanco a las empresas de combustibles fósiles y congraciarse con multimillonarios como Elon Musk y Peter Thiel. Es una receta para que la economía estadounidense sea más débil, menos competitiva y más desigual.

Además, si bien un manejo económico razonable demanda fijar objetivos y diseñar políticas para alcanzarlos, también es importante la capacidad para responder a imprevistos y aprovechar nuevas oportunidades. En este sentido ya tenemos una idea de cómo se desempeñaría cada candidato. Trump tuvo una respuesta desastrosa a la pandemia de COVID‑19 durante su gobierno, y el resultado fue más de un millón de muertes. En un momento en que Estados Unidos necesitaba desesperadamente liderazgo, sugirió que la gente debía inyectarse lejía.

Dar respuesta a hechos inéditos demanda decisiones difíciles basadas en los mejores fundamentos científicos. En Harris, Estados Unidos tiene a alguien que evaluará los dilemas que se le presenten y diseñará soluciones equilibradas con prudencia y pragmatismo. En Trump, a un narcisista impulsivo que medra en el caos y rechaza el conocimiento científico.

Basta pensar en su respuesta al desafío chino: la propuesta de introducir un arancel indiscriminado del 60 % o más. Como podría haberle dicho cualquier economista serio, esto provocará un aumento de precios, no solo de las importaciones directas desde China, sino también de otros incontables bienes que contienen insumos chinos. De modo que la mayor parte del costo la afrontarán los estadounidenses de ingresos bajos y medios. En un contexto inflacionario, con la Reserva Federal de los Estados Unidos obligada a subir los tipos de interés, la economía se enfrentaría a la maldición triple de menos crecimiento, aumento de la inflación y mayor desempleo.

Para colmo de males, Trump ha adoptado la postura extrema de cuestionar la independencia de la Fed (algo que no sorprende, en vista de sus decididos intentos de debilitar la independencia de la justicia y del servicio civil). De modo que otra presidencia de Trump introduciría una fuente persistente de incertidumbre económica, que deprimiría la inversión y el crecimiento y aumentaría casi con certeza las expectativas inflacionarias.

Igual de problemáticas son las propuestas de Trump en materia impositiva. Hay que recordar la rebaja impositiva de 2017 para corporaciones y multimillonarios, que en vez de estimular la inversión, solo alentó la recompra de acciones. Aunque ningún republicano se va a negar a una buena rebaja de impuestos a los ricos, al menos hubo unos pocos que reconocieron que la medida aumentaría el déficit fiscal, de modo que añadieron a la medida una cláusula de caducidad, que entrará en vigor en 2025. Pero Trump, ajeno a la evidencia de que las rebajas impositivas no «derraman» ni se financian solas, quiere renovar e incluso profundizar la de 2017 en formas que añadirían billones de dólares a la deuda nacional.

A demagogos populistas como Trump no les importa el déficit, pero los inversores dentro y fuera de los Estados Unidos deberían preocuparse. Un déficit creciente como resultado de gastos no conducentes a una mayor productividad alentará las expectativas inflacionarias, debilitará el desempeño económico y agravará la desigualdad.

En tanto, derogar la Ley de Reducción de la Inflación (hito de la administración Biden) no solo será perjudicial para el medioambiente y para la competitividad de los Estados Unidos en sectores esenciales para el futuro del país, sino que también supone eliminar disposiciones que han llevado a un abaratamiento de los medicamentos; de modo que el resultado será un aumento del costo de vida.

Trump (junto con los jueces proempresa que designó) también quiere revertir las fuertes medidas procompetencia de la administración Biden‑Harris, algo que (una vez más) aumentaría la desigualdad y debilitaría el desempeño económico, al consagrar el poder monopólico y asfixiar la innovación. Y quiere eliminar iniciativas que buscan facilitar el acceso a educación superior mediante préstamos estudiantiles mejor diseñados y dependientes de los ingresos de los beneficiarios; esto terminará disminuyendo la inversión en el sector que más necesita Estados Unidos para estar a la altura de los desafíos de una economía innovadora del siglo XXI.

Lo que nos trae a los aspectos de la agenda de Trump que son más problemáticos para el éxito económico a largo plazo de los Estados Unidos. En primer lugar, otro gobierno de Trump recortaría la financiación destinada a ciencia básica y tecnología, fuente de las ventajas competitivas de los Estados Unidos y del incremento de los niveles de vida en los últimos 200 años. (No hace falta decir que la fortaleza económica del país no está en los casinos, los campos de golf o los hoteles de lujo.)

Durante su anterior mandato, casi no hubo un año en que Trump no propusiera grandes recortes a la inversión en ciencia y tecnología; pero los congresistas republicanos no extremistas los bloquearon. Sin embargo, esta vez será diferente, porque el Partido Republicano se ha convertido en un culto a la persona de Trump. Peor aún, le ha declarado una guerra santa a las universidades estadounidenses, incluidas instituciones de primer nivel que expanden las fronteras del conocimiento, atraen personal talentoso de todo el mundo y sostienen las ventajas competitivas del país.

Cual, si fuera poco, Trump está decidido a debilitar el Estado de Derecho, dentro y fuera del país. Sus antecedentes de falta de pago a proveedores y contratistas dan pruebas de su carácter: es un abusador que usará cualquier poder que tenga a su disposición para esquilmar a quien sea. Pero ese no es el problema más grande; lo peor es su apoyo abierto a la insurrección violenta. El Estado de Derecho no es un fin en sí mismo aislado del resto, sino un elemento crucial para el buen funcionamiento de la economía y de la democracia.

Acercándonos ya al final de 2024, no hay modo de saber qué shocks enfrentará la economía en los próximos cuatro años. Pero hay algo claro: la economía de 2028 será mucho más sólida, igualitaria y resiliente si Harris gana la elección.

https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/joseph-e-stiglitz/lo-que-traeria-una-victoria-de-trump-a-la-economia-estadounidense/