*24.42.-Trump – RICARDO CHICA
*EEUU: Unas elecciones sobre la economía, la inmigración y las políticas de identidad – MICHAEL ROBERTS
*El triunfo de Trump – SALOMÓN KALMANOVITZ
*La caída del imperio estadounidense – MARÍA A. GARCÍA
* EE UU puede perder la guerra comercial – PAUL KRUGMAN
* Cómo la derecha tecnológica estadounidense tomó el poder – VALENTIN FAURE
*El fetichismo manufacturero está destinado al fracaso – MARTIN WOLF
*“Convencido de su propia genialidad, Donald Trump se esforzará por conseguir el máximo de lo que “vendió” en la campaña” – ALAIN FRACHÓN
El error sería imaginar a un “Trump II” más tranquilo, liberado de sus compromisos de las últimas semanas una vez en la Casa Blanca: se ha presentado con el rostro descubierto y no le faltan recursos para triunfar, explica Alain Frachon, editorialista. en “Le Monde”, en su columna.
Donald Trump debe ser juzgado por lo que prometió. Es imperativo tomarlo en serio y según su palabra: cree lo que dice (al menos temporalmente). En política, el 47º presidente es un hombre de convicciones. Convencido y enamorado de su propio genio, se esforzará por conseguir el máximo de lo que ha “vendido” en la campaña, ya sea su acción en casa o fuera.
14 nov 2024.- El error sería imaginar un “Trump II” más tranquilo, libre de sus compromisos de las últimas semanas una vez esté en la Casa Blanca. O imaginar a un presidente número 47 sin otra ambición que disfrutar de la contemplación de su propia persona en el papel del hombre más poderoso del planeta.
Trump avanzó con el rostro descubierto. Empecemos por la política exterior. Está en contra del libre comercio; es unilateralista (no le gustan las organizaciones internacionales); desprecia a los países del Sur (los pobres); respeta a los autócratas poderosos (Xi Jinping y Vladimir Putin); odia a la Unión Europea (porque tiene un superávit en su comercio con Estados Unidos); nunca pareció importarle el expansionismo ruso en Europa ni en otros lugares; niega los efectos del calentamiento global; finalmente, es indiferente a la naturaleza de los regímenes políticos. Las primeras opciones anunciadas para componer su equipo son compatibles con esta visión del mundo.
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Pero también quiere cambiar a Estados Unidos por dentro. Tiene la intención de “repararlo” . Excelente intérprete para la mayoría de sus conciudadanos, conoce el estado de ánimo de los estadounidenses. Desde hace más de diez años, las encuestas dicen lo mismo: el país va en la dirección equivocada. Millonario de nacimiento, aventurero del desarrollo inmobiliario, amante de lo flash, considerando “ganar” como la más alta de las cualidades humanas, Trump tiene, sin embargo, la intuición correcta sobre lo que está experimentando la clase media no calificada: disminución en la compra de poder; regresión del estatus social y profesional; sentimiento de ser despreciado en las propias creencias patrióticas, religiosas y culturales. Trump fue su portavoz.
La metamorfosis de un Partido Republicano Trumpizado
Bromista talentoso, explotó la ira de este electorado. En el ejercicio, nunca dudó en apelar a la parte más oscura del ADN del país (racismo, sexismo y violencia). En el camino, completó la transformación del Partido Republicano, el Gran Viejo Partido (el Partido Republicano). Este partido, formador de elites económicas, proglobalización, proinmigración y portador de un alto y orgulloso misionarismo democrático estadounidense, ya no existe. El Partido Republicano trumpizado es el de la denuncia permanente de las elites, el de las fronteras herméticas, el del proteccionismo comercial y el de la retirada de los asuntos mundiales.
Este es un gran trastorno. Este Partido Republicano de la ira se ha ganado la lealtad de un electorado que ya no se reconoce en el Partido Demócrata: trabajadores, empleados, la clase media menos privilegiada, pero también los jóvenes y una buena parte de los estadounidenses pertenecientes a minorías étnicas. Trump encarna la “metamorfosis del Partido Republicano”, escribe el historiador David Bell de la Universidad de Princeton en el sitio web Grand Continent: en este sentido, el nuevo presidente es “una de las tres figuras políticas estadounidenses más importantes de los últimos cien años”. con Franklin Roosevelt [demócrata] y Ronald Reagan [republicano]”.
Trump hizo su diagnóstico. Si a Estados Unidos le está yendo mal, es culpa de las élites, la inmigración, la globalización económica y los compromisos externos de Washington, todo lo cual se combina a expensas del estadounidense promedio. Y el golfista de Florida firmó su orden: impuestos más bajos, aranceles aduaneros más altos, expulsiones masivas de inmigrantes ilegales, desregulación (particularmente en materia medioambiental) y prioridad sólo para Estados Unidos en los asuntos del mundo.
Inventar el pluto-populismo
Trump prometió “una nueva edad de oro”, un rápido aumento de los ingresos de la clase media, pleno empleo, costes energéticos reducidos a la mitad (para finales de 2025) para los hogares y las empresas, muerte definitiva de la inflación, transferencias “históricas” de inmigrantes ilegales y, finalmente, un reequilibrio gradual de la balanza comercial. Los estadounidenses lo sabrán muy rápidamente y emitirán su primer juicio en dos años: durante las elecciones intermedias de noviembre de 2026.
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Hay pocas posibilidades de que alguna vez lleve a cabo el desplazamiento forzado de cientos de miles de inmigrantes. Una empresa de ese tipo implicaría socavar gravemente el Estado de derecho, separar a familias enteras y encontrar uno o más países de acogida. Pero lo intentará. Después de todo, ya ha dañado gravemente la democracia estadounidense.
La combinación de derechos de aduana y reducción de los ingresos fiscales debería reactivar la inflación y reducir aún más el déficit presupuestario. Una de las dificultades vendrá de una coalición republicana dividida. Esta nueva derecha incluye a populistas preocupados por la clase media, pero también a muchos representantes de las “grandes empresas”. Están ansiosos por preservar el libre comercio y retener tantas posiciones monopólicas como sea posible. Populistas y oligarcas: Trump debe inventar el plutopopulismo.
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No faltan activos para tener éxito. Joe Biden se marcha en una situación económica de lo más favorable. El demócrata ha lanzado políticas industriales que deberían beneficiar a la era Trump. Finalmente, el hombre de cabello dorado, que toda su vida escapó de la justicia y, el 13 de julio, una bala AR-15 pretendía matarlo, este hombre, dado por muerto políticamente al día siguiente de su fallido golpe de Estado del 6 de enero de 2021, fue Nací do con lo que hay que llamar una “baraka” infernal.
24.42.-Trump – RICARDO CHICA
Foto tomada de: La Razón
Los americanos eligen al presidente del mundo en una situación en la que no se sabe cuál es el mal menor para el mundo, aunque es razonable que la derrotada lo era, dados los exabruptos de Trump. En realidad, la votación fue un Plebiscito sobre la desastrosa administración Biden que reemplazó la diplomacia por el uso de armas. ¿Qué significa su triunfo en materia geopolítica, comercial, económica y política? En la primera, la situación que parecía imposible de empeorar lo va a hacer: Trump ha hablado de bombardear a Irán y a Moscú, y los rusos no lo consideran una persona estable como para lograr un acuerdo (además de que no confían en occidente después de una serie de engaños); y porque adicionalmente Trump no va a aceptar las condiciones que ha planteado Putin pues lucen como la derrota de la OTAN.
11 nov 2024.- Pero al menos el se digna hablarle (en vez de insultarlo como Biden); y es plausible, no probable, que en el Departamento de Estado cumplan con su documento de trabajo (job description) y hagan algo de diplomacia, lo que el gobierno saliente reemplazó por matonería y la arrogancia de no hablar con; siendo que lo más básico y fundamental de ella es hablar y es previsible que Trump vuelva a hacerlo (como lo hacía hasta Reagan); aunque lo de un día denota únicamente ignorancia sobre el problema. De otro lado, Trump no favorecerá a la OTAN como para compensar la derrota que está sufriendo en Ucrania: los europeos están muy preocupados con su exigencia en gasto militar y su amenaza de abandono si no lo llevan siquiera al 2% del PIB. Como Ucrania seguramente verá reducido el flujo de recursos para una guerra que acertadamente el considera inútil e inganable.
Nadie creería que las cosas en Palestina se pudieran agravar más en contra de los palestinos, pero eso es lo que a va a suceder. Trump declara entrando a un discurso en Michigan que el problema de Biden fue que limitó la respuesta de Netanyahu (que Israel debería echársela toda bombardeando las instalaciones nucleares de Irán), para en seguida decir en su discurso que el logrará paz en Palestina. Pero no es sino recordar: capital a Jerusalén y Alturas del Golán, Abraham Accord, Kirchner (en cuya cama de niño dormía Netanyahu huésped de su Padre, otro fanático sionista) de enviado conciliador quien ya lo hizo poniéndole la bota israelí a los palestinos en la cara. O que está en el bolsillo de AIPAC que le donó otros $100 millones adicionales a los de la viuda Adelson. Pero no es tan simple que USA/Israel bombardeen a Irán pues hay un fuerte movimiento internacional en contra de las canalladas de éste en Gaza, como la carta enviada por Erdogan con 53 países (incluidos China, Rusia, Brasil y Arabia Saudita) solicitando un embargo de armas a Israel como el que implementó España (un destello de decencia en la UE). Aunque es posible que precipiten la 3ª guerra cuando Rusia y Turkeyi (las FM más grandes de OTAN) se unan a Irán, lo que garantizará la destrucción de Israel y el colapso de la economía mundial (como el del oíl embargo del 73) por la supresión de la oferta de petróleo del Medio Oriente por los bombardeos de Irán, el cual, con el resto de la resistencia, atacará la docena de bases americanas en la región (entre ellas la base más grande del mundo en Qatar). Si esto era plausible con el sionista Blinken en el Departamento de Estado ahora pasará a altamente probable con Pompeyo (un fanático sionista peor que Blinken) como secretario de defensa (Trump mismo para insultar a Biden lo llama palestino). Sucede como con los pobres que responden al populismo de Trump ayudándolo a ser elegido cuando el caso es que lo que hará es perjudicarlos. Los votantes que intentaban castigar a los demócratas por su política criminal en Gaza les crearon a los palestinos un problema todavía más grave.
Las perspectivas para el mundo son nada favorables además por la omnipotencia de Trump frente a instituciones globales (Paris, OMS, OMC) y los mercados, afectados por su proteccionismo y sus guerras comerciales. Se profundizará la ya grave guerra comercial con China, a la que los occidentales entran creyendo que protección es la solución, en vez de desarrollar su atrasada industria del software para competir con la avanzada de China, lo que es el núcleo del problema de los EV. Su desconocimiento de tratados puede extenderse del valiosísimo acuerdo nuclear con Irán a acuerdos comerciales, particularmente con México. La economía mundial ya está suficientemente afectada por los conflictos geopolíticos, lo que Trump no pude sino agravar. Además de que las relaciones y cooperación internacionales serán fuertemente debilitadas por su agresividad, lo que, cuando la humanidad enfrenta problemas solo solucionables mediante cooperación (pandemias, deterioro ambiental y climático, narcotráfico, paraísos fiscales, etc.), puede resultar fatal. Como lo será su agresividad cuando hay varios escenarios de confrontación, con Rusia en los mares Báltico Negro y Ártico, además de Ucrania; y Taiwán con China.
En cuanto a las consecuencias para el Sur global, como para los inmigrantes (la causa del problema de inseguridad según él), éstas también pueden ser considerables. Trump es un racista White supremacist (casi KKK) capaz de afirmar las cosas más horrendas sobre el resto de la humanidad, empezado con sus denominaciones para ellos como criminales violadores, etc. De hecho, puede afirmarse que su política dura contra ellos fue uno de los factores que influyó en su victoria. Por otra parte, su nacionalismo alebrestado lo puede llevar a profundizar la brecha entre occidente y el resto del mundo (the west and the rest) enfrentado severamente a los BRICS con acciones como las de imponer tarifas del 100% a los países que abandonarán el dólar. No bastan las advertencias de los BRICS de que sus esfuerzos no están dirigidos contra G7. Así, IBS anuncia que se retira de su importantísima iniciativa mBridge, un laboratorio para avanzar las tecnologías (Blockchain distributed ledger) necesarias para expeditar las transacciones internacionales (dice que no puede trabajar con países sancionados -China), lo que, claro, hizo regresando de la reunión del IMF, después de haber trabajado en ello por tres años. A lo que Bloomberg comenta que es un golpe al intento de Putin (que no tiene nada que ver con mBridge) de ¡derrumbar al dólar!
¿Y la economía americana? Una deuda explosiva/imposible puede llegar a hacerla vulnerable a una corrida cambiaria del dólar además porque los países con superávit comercial están sustituyendo bonos americanos por otros activos pues no quieren exponerse a su decomiso. Como seguramente profundizará su tendencia a una prosperidad para el 5% acompañada de empobrecimiento (en razón del ya prolongado deterioro del salario real) de la mayoría; concentración muy ligada a la financialización/desindustrialización causada por la política neoliberal de desregulación. O sea que el populismo le funciona para ocultar que sus políticas van contra esta mayoría de descontentos que votó por él. Con el agravante de que como lo anunció, la desregulación y los subsidios para las grandes corporaciones se ampliarán, a la vez que los servicios sociales se deteriorarán aún más. Además del impacto de la guerra comercial con China (a la que la UE se unió suicidamente como se unió a las sanciones contra Rusia) incrementará su dependencia de México, en contra de su política de incluso invadirlo para controlar la delincuencia fronteriza. Y en términos de costos de largo plazo, el ambiental puede ser pavoroso con el envión de regulación y la autorización a proyectos muy dañinos. El abandono del acuerdo de Paris continuará siendo ratificado por acciones muy destructivas. Y por el lado financiero, si logra acabar de desmantelar la regulación en esta área, la probabilidad de una crisis por el descontrol de las operaciones especulativas de los financistas (que apuestan con el ahorro ajeno -crisis 2008-9) aumentará. En general, la tendencia neoliberal de favorecer a los ricos al costo del nivel de vida de los demás (incluida la clase media) se profundizará.
En materia de narcotráfico, tan importante para nosotros, se espera que se repita su mano dura con esfuerzos de control fronterizo y represión (incluso plantea pena de muerte para narcotraficantes). Por otro lado, Latinoamérica no puede esperar un trato favorable de este supremacista blanco que poco gusta de nosotros marrones, que no tiene respeto por instituciones y tratados, y que impondrá tarifas y sanciones como quien come arroz. Probablemente no trate de ingerir tanto en las políticas nacionales como varios de sus predecesores, pero no por eso será menos perjudicial. Por otro lado, una confrontación con Brasil como representante de los BRICS en el continente será inevitable, como será la presión sobre países para que no se unan a éste.
Un balance negativo frente a Harris, a quien los electores identificaron con la administración saliente con sus crímenes en Gaza, pero quien hubiera sido menos dañina en materia de instituciones y restricciones al comercio internacional, con el consiguiente trastorno y desestabilización de redes mundiales. Como lo será para la democracia tanto en EEUU como en el resto del mundo, un valor por el cual no tiene el más mínimo respeto. Y si Trump procede uniéndose a Israel en atacar a Irán, lo que es plausible dados sus vínculos sionistas y la insistencia de Netanyahu y previsible dada la llegada actual de B52 y portaviones, contribuirá al colapso de la economía mundial que enfrentará una disparada de los costos de energía peor que la que sufrieron los europeos con la voladura por los americanos del gaseoducto en el Báltico.
24.42.-EEUU: Unas elecciones sobre la economía, la inmigración y las políticas de identidad – MICHAEL ROBERTS
Como resumió el FT: “Al final, ni siquiera estuvo cerca. Una elección presidencial que desde hace mucho tiempo se esperaba que se desarrollase al filo de un cuchillo rápidamente se convirtió en una victoria para Donald Trump”.
Trump obtuvo 73,4 millones de votos o el 50,7 % de los que votaron, mientras que Harris obtuvo 60 millones o el 47,7 % de los votos. Los candidatos de terceros partidos obtuvieron solo el 1,6 %. La ventaja de 4,3 millones de Trump fue mayor que la de Biden en 2020, o de la de Hillary Clinton sobre Trump en 2016.
9 nov 2024.- El voto de Trump no se basó en pequeños márgenes en un puñado de estados indecisos, como cuando ganó en 2016. En cambio, obtuvo apoyos en todo el mapa electoral en los estados rojos (republicanos) y azules (demócratas). Incluso en su lugar de nacimiento, el estado de Nueva York, uno de los bastiones más azules del país, Trump redujo la brecha de 23 puntos a 11.
La mayor advertencia de la victoria electoral de Trump es que, contrariamente a la exageración habitual de una “participación masiva de votantes”, menos estadounidenses se molestaron en votar en comparación con 2020. Entonces 158 millones de ciudadanos votaron, ahora solo 143 millones. La participación electoral cayó al 58,2 % desde el máximo del 65,9 % en 2020.
Alrededor del 40 % de los estadounidenses registrados para votar no lo hicieron. Y el número de estadounidenses que no se registraron aumentó a 19 millones, de 12 millones en 2020. Por lo tanto, aunque Trump obtuvo el 51 % de los votos, en realidad solo obtuvo el 28 % de apoyo de los estadounidenses en edad de votar. Tres de cada cuatro estadounidenses no votaron por Trump. El verdadero ganador de las elecciones fue (una vez más) el partido “abstencionista”. De hecho, Trump obtuvo menos votos en 2024 que en 2020. Pero Harris perdió alrededor de 11 mil de votos en comparación con Biden en 2020.
En mi análisis de las elecciones de 2020, llegué a la conclusión de que “Biden ganó porque las minorías étnicas de Estados Unidos superaron a la mayoría blanca. Biden ganó porque los estadounidenses más jóvenes votaron por Biden en suficiente número como para superar las mayorías de Trump entre los votantes mayores. Biden ganó porque los estadounidenses de clase trabajadora votaron por él en número suficiente para superar los votos de los empresarios de las pequeñas ciudades y las zonas rurales”.
Esta vez no ocurrió ninguna de esas cosas. Esta vez, la mayoría de votos que Biden obtuvo en 2020 entre los votantes de minorías étnicas, mujeres, jóvenes, habitantes de la ciudad y graduados universitarios se debilitaron bruscamente en el caso de Harris, mientras que el apoyo de Trump entre los hombres blancos (y mujeres) sin títulos universitarios aumentó más de lo necesario. De hecho, en casi todos los grupos demográficos, Trump ganó en comparación con 2020.
La mayoría de la clase trabajadora estadounidense no votó por Trump. Para empezar, un gran porcentaje no votó de ninguna manera y los no votantes serían principalmente aquellos con ingresos y cualificaciones educativas más bajos o desempleados.
Según las encuestas a boca de urna en diez estados clave, Harris obtuvo el 53 % de los votos de los votantes con un ingreso familiar de 30.000 dólares o menos (los que menos ganan), mientras que Trump obtuvo el 45 %. Mientras que Harris tuvo una mayoría entre los que ganan más de 95.000 dólares al año (los “acomodados” con educación universitaria), el voto se dividió más o menos a partes iguales entre los que ganan entre 50-95 mil dólares.
En cuanto a la clase trabajadora organizada, Harris se llevó el 54 % de los votos de los sindicalistas, mientras que Trump todavía obtuvo el 44 %, pero la afiliación sindical es bastante pequeña en el electorado. Los jóvenes representan el 16 % del electorado, pero muchos no votaron. De esos jóvenes que votaron, Trump obtuvo una mayoría entre los hombres (58%-38%) y Harris la consiguió entre las mujeres jóvenes.
Pero aquí está el problema. La campaña de Harris se basó principalmente en lo que se llama “política de identidad”. Harris pidió el apoyo de los votantes negros contra el racismo abierto de Trump. Pidió apoyo entre los votantes hispanos contra los ataques de Trump a los inmigrantes; pidió el apoyo de las mujeres contra el recorte del derecho al aborto de Trump. Y consiguió mayorías en estos grupos, pero mucho menos que en 2020. Harris perdió apoyo entre las mujeres, su mayoría cayó del 57 por ciento en 2020 al 54 por ciento. Estas mayorías fueron superadas por el aumento de la mayoría de votantes masculinos que apoyaron a Trump en estas elecciones.
Harris perdió las elecciones de manera significativa porque los demócratas hicieron campaña sobre problemas de identidad que preocupaban mucho menos a los votantes, mientras que Trump hizo campaña sobre lo que más importa a los estadounidenses en 2024: la inflación, el coste de vida y lo que se percibe como una inmigración incontrolada.
Tres de cada cuatro estadounidenses que dijeron que la inflación les causó severas dificultades a ellos y a su familia en el último año votaron por Trump. Y como he argumentado en publicaciones anteriores, la percepción de que los hogares estadounidenses medios han sufrido una pérdida de niveles de vida en los últimos cuatro años no es un mito, contrariamente a las opiniones de los economistas convencionales.
Entre 2020-2023, el crecimiento real de los ingresos antes de impuestos para el 50% inferior de los que ganan ingresos en los Estados Unidos fue básicamente cero. Los precios de los bienes y servicios han subido más del 20 % desde el final de la pandemia y para los alimentos básicos es aún más alto. Además, el enorme aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal para “controlar” la inflación aumentó las tasas hipotecarias, las primas de seguro, el pago del alquiler de automóviles y las facturas de tarjetas de crédito.
La culpa de la inflación y la caída en el nivel de vida de muchos estadounidenses fue atribuida por un número suficiente de votantes a la administración Biden-Harris. Como en muchos otros países, los gobiernos que presidieron el período posterior a la pandemia han sido derrotados. De hecho, es la primera vez desde el comienzo del sufragio universal que todos los partidos en el gobierno de los países desarrollados han perdido cuota de votos. Los demócratas son los últimos: Alemania es la siguiente.
En 2020, Trump era presidente y fue culpado por su desastrosa gestión de la pandemia de COVID. Pero en 2024, la administración Biden-Harris ha sido culpada por no hacer frente a la inflación y por no detener la inmigración. Muchos estadounidenses creen que la “inmigración incontrolada” es causa de la pérdida de empleos y del aumento de la delincuencia, en contra de todas las pruebas. Sin embargo, este miedo irracional tenía tirón, especialmente en pueblos pequeños y zonas rurales donde hay pocos inmigrantes visibles.
Biden y Harris presumieron de una economía estadounidense vibrante, saludable y con bajo desempleo, mejor que en cualquier otro lugar. Un número suficiente de votantes estadounidenses no estan convencidos de este mensaje viniendo de la llamada “élite liberal”, dada su propia experiencia. Creen que les va peor debido a los altos precios y costes, los empleos precarios y la inmigración incontrolada que amenaza sus medios de vida, mientras que los ricos y educados en Wall Street y en megaempresas de alta tecnología ganan miles de millones.
Por supuesto, Trump no cambiará nada de eso, al contrario, sus amigos y patrocinadores financieros son un grupo de multimillonarios deshonestos que buscan obtener aún más riquezas de los recortes de impuestos y la desregulación de sus actividades.
Pero las elecciones son solo una instantánea de la opinión pública en un momento dado: nada se detiene.
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¡Era la economía, estúpidos!
El mercado de valores estadounidense está en auge, el dólar está en lo más alto en los mercados de divisas, la economía está creciendo con un crecimiento real del PIB de alrededor del 2,5 % y el desempleo no supera el 4,1 %. Parece que la economía estadounidense está logrando lo que se llama un “aterrizaje suave”, es decir, sin recesión, a medida que sale de la recesión pandémica de 2020. (1) De hecho, parece que no hay el menor aterrizaje. Algunos lo llaman la “economía Benjamin Button”: la economía estadounidense solo se está volviendo más joven y mejor.
¿Por qué la candidata de la actual administración demócrata, Kamala Harris, terminó perdiendo ante el presidente republicano de 2017-21, Donald Trump? ¿Cómo pudo ser, si la economía estadounidense iba tan bien? Parece que una proporción suficiente del electorado no estaba tan convencido de vivir un momento próspero y mejor para ellos. En una encuesta del Wall Street Journal antes de las elecciones, el 62 % de los encuestados calificó la economía como “no tan buena” o “mala”, lo que explica la falta de cualquier dividendo político para el presidente saliente Joe Biden o para Harris.
Yo diría que la razón es doble. En primer lugar, el producto interno bruto real de los Estados Unidos puede estar creciendo y los precios de los activos financieros están en auge, pero es una historia diferente para el hogar estadounidense medio, casi ninguno de los cuales posee activos financieros con los que especular. En cambio, mientras que los inversores ricos aumentaron su riqueza, bajo las anteriores administraciones de Trump y Biden, los estadounidenses han experimentado una horrenda pandemia, seguida de la mayor caída en el nivel de vida desde la década de 1930, impulsada por un aumento muy fuerte en los precios de los bienes y servicios de consumo.
Los aumentos salariales promedio no lograron seguir el ritmo hasta los últimos seis meses más o menos. Y oficialmente los precios siguen siendo más de un 20% más altos que antes de la pandemia, pero con muchos otros elementos que no están recogidos por el índice de inflación oficial (seguros, tasas hipotecarias, etc.) se disparan. Así que después de que se contabilicen los impuestos y la inflación, los ingresos medios son prácticamente los mismos que cuando Biden asumió el cargo.
No es de extrañar que una encuesta reciente encontrara que el 56 % de los estadounidenses pensaba que Estados Unidos estaba en recesión y el 72 % pensase que la inflación estaba aumentando. El mundo puede ser genial para los inversores del mercado de valores, las empresas de redes sociales de alta tecnología “Magnicent Seven” y los multimillonarios, pero no lo es para muchos estadounidenses.
Recesionismo
Esta desconexión entre las opiniones optimistas de los economistas convencionales y los sentimientos “subjetivos” de la mayoría de los estadounidenses se ha llamado “recesionismo” – la sensación de los consumidores estadounidenses ha empeorado mucho desde que Biden asumió el cargo.
Los estadounidenses son muy conscientes de los costes que los índices oficiales y los economistas convencionales ignoran. Las tasas hipotecarias han alcanzado su nivel más alto en 20 años y los precios de la vivienda han aumentado a niveles récord. Las primas de los seguros de automóviles y de salud se han disparado. De hecho, la desigualdad de ingresos y riqueza en los Estados Unidos, entre las más altas del mundo, solo está empeorando. El 1% superior de los estadounidenses acapara el 21% de todos los ingresos personales, ¡más del doble de la proporción del 50% inferior! Y el 1% superior de los estadounidenses posee el 35% de toda la riqueza personal, mientras que el 10% posee el 71%; ¡sin embargo, el 50% inferior posee solo el 1%!
De hecho, cuando estudias más de cerca las tan anunciadas cifras reales del PIB, se puede ver por qué hay pocos beneficios para la mayoría de los estadounidenses. La tasa principal del PIB está impulsada por los servicios de atención médica, que realmente miden el aumento del coste del seguro de salud, no una mejor atención médica, y ese coste se ha disparado en los últimos tres años. Y crecen los inventarios, lo que significa existencias de bienes no vendidos, en otras palabras, producción sin venta. Sin mencionar el aumento del gasto público, principalmente para la fabricación de armamento, que no es una contribución productiva. Si nos fijamos en la actividad económica en el sector manufacturero estadounidense, basada en la llamada encuesta de gerentes de compras, el índice muestra que la fabricación estadounidense se ha estado contrayendo durante cuatro meses consecutivos previos a las elecciones del 5 de noviembre.
La administración y la corriente principal en economía alardean de la baja tasa de desempleo en los Estados Unidos. Pero gran parte del aumento neto de empleos se ha debido al empleo a tiempo parcial o a los servicios públicos, tanto federales como estatales. El empleo a tiempo completo en importantes sectores productivos que pagan mejor y ofrecen una carrera se ha quedado atrás. Si un trabajador tiene que aceptar un segundo trabajo para mantener su nivel de vida, es posible que no se sienta tan optimista sobre la economía. De hecho, los segundos empleos han aumentado significativamente.
Y el mercado laboral está empezando a empeorar. El aumento neto mensual de empleos ha seguido una tendencia a la baja, con la última cifra de octubre de solo +12.000 puestos de trabajo (afectado en parte por los huracanes y la huelga de Boeing). Tanto las ofertas de empleo como las tasas de renuncias han caído a niveles que normalmente se observan en las recesiones. Las empresas dudan en contratar trabajadores a tiempo completo, y los empleados son reacios a renunciar debido a las preocupaciones de seguridad laboral y a la creciente escasez de oportunidades de empleo disponibles.
Los economistas convencionales presumen del indudable mejor rendimiento de la economía estadounidense, en comparación con Europa y Japón, y en comparación con el resto de las principales economías capitalistas del G7 en su conjunto. Pero una tasa de crecimiento real promedio del PIB del 2,5 % es difícilmente un éxito, en comparación con la década de 1960, o incluso la década de 1990 o antes de la gran recesión de 2008, o antes de la recesión pandémica de 2020.
Una Larga Depresión
Las principales economías permanecen en lo que he llamado una larga depresión: es decir, después de cada caída o contracción (2008-09 y 2020) sigue una trayectoria más baja de crecimiento real del PIB; es decir, la tendencia anterior no se restaura. La tasa de crecimiento de la tendencia antes del colapso financiero global (CFG) y la gran recesión no se ha recuperado, y la trayectoria de crecimiento cayó aún más después de la recesión pandémica de 2020. Canadá todavía está un 9 % por debajo de la tendencia anterior al CFG; la zona euro está un 15 % por debajo; el Reino Unido un 17 % por debajo e incluso Estados Unidos sigue un 9 % por debajo.
Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, la fuerza laboral de los Estados Unidos (no el empleo) habrá crecido en 5,2 millones de personas para 2033, gracias principalmente a la inmigración neta, y se prevé que la economía crezca 7 billones de dólares más durante la próxima década de lo que lo habría hecho sin la nueva afluencia de migrantes.
Así que es una gran ironía que la segunda razón por la que la campaña de Harris no se impuso a Trump sea la cuestión de la inmigración. Parece que muchos estadounidenses consideran que frenar la inmigración es un tema político clave, es decir, culpan del bajo crecimiento de los ingresos reales y de los empleos mal pagados a la entrada de “demasiados inmigrantes” y, sin embargo, es el caso lo contrario. De hecho, si el crecimiento de la inmigración disminuyera o si la nueva administración introdujese severas restricciones o incluso prohibiciones a la inmigración, el crecimiento económico y los niveles de vida de los Estados Unidos se verían afectados (ver más abajo).
La única forma en que la economía estadounidense podría sostener el 2,5 % anual de crecimiento real del PIB en el resto de esta década sería logrando un aumento muy fuerte en la productividad del trabajo. Pero, a lo largo de las décadas, el crecimiento de la productividad de los Estados Unidos se ha ralentizado.
En la década de 1990, el crecimiento promedio fue del 2 % anual y aún más rápido, del 2,6 % anual durante la década del 2000 alimentada por el crédito a las empresas “dot.com”. Pero en los largos años de depresión de la década de 2010, la tasa promedio cayó a su nivel más bajo, con un 1,4 % anual. Desde la gran recesión de 2008 hasta 2023, la productividad ha aumentado en solo un 1,7 % anual. Si el tamaño de la fuerza laboral empleada dejara de aumentar porque se frenará la inmigración, el crecimiento real del PIB volvería a caer por debajo del 2 % anual.
La teoría económica convencional espera que los enormes subsidios inyectados en las grandes empresas de alta tecnología por el gobierno aumenten la inversión en proyectos que aumentan la productividad. En particular, el gasto masivo en inteligencia artificial eventualmente lograría un aumento sostenido de paso en el crecimiento de la productividad. Pero esa perspectiva sigue siendo incierta y dudosa, al menos dado el ritmo de difusión de estas nuevas tecnologías en toda la economía estadounidense.
Hasta ahora, el crecimiento de la productividad se ha producido principalmente en la industria de combustibles fósiles, perjudicial para el medio ambiente, con pocos signos de difusión en otros sectores. Desde 2010, la producción de petróleo y gas en los Estados Unidos casi se ha duplicado y, sin embargo, el empleo en el sector ascendente ha disminuido. Por lo tanto, las ganancias de productividad en el sector se han logrado al caer el empleo.
Existe un grave riesgo de que se esté acumulando una enorme burbuja de inversión, financiada por el aumento de la deuda y los subsidios gubernamentales, que podría derrumbarse si los rendimientos del capital para el sector corporativo estadounidense de la IA y la alta tecnología no se materializan. La realidad es que, aparte del auge de las ganancias de los llamados “siete magníficos” de los gigantes de las redes sociales de alta tecnología, la rentabilidad promedio de los sectores productivos del capitalismo estadounidense está en su nivel más bajo. Sí, la masa de ganancias es muy alta para los Magníficos Siete, al igual que los márgenes de beneficio, pero el crecimiento total de las ganancias del sector corporativo no financiero de los Estados Unidos se ha ralentizado casi hasta detenerse.
Y, recuerde, ahora está bien establecido que las ganancias lideran la inversión y más tarde el empleo en una economía capitalista. (3) Donde las ganancias lideran, la inversión y el empleo siguen con un retraso. Si el crecimiento de la inversión disminuye, entonces el crecimiento esperado de la productividad no se materializará. Además, los datos generales de ganancias están sesgados de dos maneras.
En primer lugar, las ganancias están fuertemente concentradas en las grandes megaempresas, mientras que las pequeñas y medianas empresas están luchando con la carga de las altas tasas de interés en sus préstamos, y los costes ajustados en las materias primas y la mano de obra. Alrededor del 42 % de las empresas de pequeña capitalización de EEUU no son rentables, la mayor tasa desde la pandemia de 2020, cuando el 53 % de las pequeñas capitalizaciones estaban perdiendo dinero.
En segundo lugar, gran parte del aumento de las ganancias es ficticio (para usar el término de Marx para las ganancias obtenidas al comprar y vender activos financieros que supuestamente representan activos y ganancias reales de las empresas, pero no lo hacen). Usando el método de Jos Watterton y Murray Smith, dos economistas marxistas canadienses, estimo que las ganancias ficticias son ahora alrededor de la mitad de las ganancias totales obtenidas en el sector financiero. Si eso desapareciera en un colapso financiero, dañaría seriamente a la América corporativa.
Deuda
Y eso nos lleva al tema de la creciente deuda, tanto en el sector corporativo como en el público de los Estados Unidos. Si hubiera un estallido de la burbuja sobre la IA, muchas empresas estadounidenses se enfrentarían a una crisis de deuda. Ya, más han incumplido su deuda en 2024 que en cualquier comienzo de año desde la crisis financiera mundial, porque las presiones inflacionarias y las altas tasas de interés continúan pesando sobre los prestatarios corporativos con más riesgo, según la empresa de investigación S&P Global Ratings.
Y no olvidemos las empresas “zombis” (4): es decir, las empresas que ya no están cubriendo sus costes de servicio de la deuda con las ganancias y, por lo tanto, no pueden invertir o expandirse, sino que simplemente continúan como muertos vivientes. Se han multiplicado y sobreviven pidiendo más préstamos, por lo que son vulnerables a las altas tasas de endeudamiento.
Si los impagos corporativos aumentan, esto ejercerá una nueva presión sobre los acreedores, es decir, sobre los bancos. Ya ha habido una crisis bancaria (en marzo pasado) que llevó a que varios bancos pequeños se arruinaran y el resto fuera rescatado por más de 100 mil millones de dólares de fondos de emergencia por parte de los reguladores gubernamentales. Anteriormente destaqué el peligro oculto del crédito en poder de los llamados “bancos en la sombra”, instituciones no bancarias que han prestado grandes cantidades para inversiones financieras especulativas. (5)
Y no es solo el sector corporativo el que está bajo presión por el servicio de la deuda. A lo largo de la campaña por la presidencia de los Estados Unidos en los últimos meses, hubo un tema que tanto Kamala Harris como Donald Trump ignoraron: el nivel de la deuda pública. Pero esta deuda importa.
El gobierno de los Estados Unidos ha gastado 659 mil millones de dólares en lo que va de año pagando los intereses de su deuda, ya que los aumentos de tasas de la Reserva Federal subieron drásticamente el coste de los préstamos. La deuda del sector público, estimada actualmente en 35 billones de dólares, o alrededor del 100 % del PIB, solo tiene un camino a seguir: y es hacia arriba. La carga de la deuda aumentará, alcanzando potencialmente los 50 billones de dólares en los próximos 10 años, (6) según una proyección de la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos (CBO). (7)
La CBO informa que la deuda federal en poder del público (es decir, “deuda neta”) promedió el 48,3 % del PIB durante el último medio siglo. Pero predice que para 2025 la deuda neta será mayor que la producción económica anual por primera vez desde el esfuerzo militar estadounidense en la Segunda Guerra Mundial y aumentará al 122,4 % para 2034.
Pero, ¿importa este aumento de la deuda pública? La sugerencia de que el gobierno de los Estados Unidos eventualmente tendrá que dejar de ejecutar los déficits presupuestarios y frenar el aumento de la deuda ha sido fuertemente rechazada por los exponentes de la “Teoría Monetaria Moderna”. Los partidarios de la TMM argumentan que los gobiernos pueden y deben gestionar déficits presupuestarios permanentes hasta que se alcance el pleno empleo. Y no hay necesidad de financiar estos déficits anuales emitiendo más bonos del gobierno, porque el gobierno controla la unidad de cuenta, el dólar, que todos deben usar. Así que la Reserva Federal puede simplemente “imprimir” dólares para financiar los déficits, como requiere la tesorería. El pleno empleo y el crecimiento seguirán.
Anteriormente he discutido en detalle los errores en el argumento de la TMM, (8) pero la preocupación clave aquí es que el gasto público, sin embargo, financiado, puede no lograr los aumentos necesarios de inversión y empleo. Eso se debe a que el gobierno no quita la toma de decisiones sobre inversiones y empleos de las manos del sector capitalista. La mayor parte de la inversión y el empleo permanece bajo el control de las empresas capitalistas, no del estado. Y, como he argumentado anteriormente, eso significa que la inversión depende de la rentabilidad esperada del capital.
Déjeme repetir las palabras de Michael Pettis, un economista keynesiano:
… la conclusión es la siguiente: si el gobierno puede gastar fondos adicionales de manera que haga que el PIB crezca más rápido que la deuda, los políticos no tienen que preocuparse por la inflación desbocada o la acumulación de deuda. Pero si este dinero no se utiliza de manera productiva, lo contrario es cierto… crear o pedir prestado dinero no aumenta la riqueza de un país a menos que hacerlo resulte directa o indirectamente en un aumento en la inversión productiva… Si las empresas estadounidenses son reacias a invertir no porque el costo del capital sea alto, sino porque la rentabilidad esperada es baja, es poco probable que respondan… invirtiendo más.
Además, el gobierno de los Estados Unidos está pidiendo prestado principalmente para financiar el consumo actual, no para invertir. Así que solo conseguir que la Reserva Federal “imprima” el dinero necesario para cubrir el gasto gubernamental planificado solo producirá una fuerte depreciación del dólar y un aumento de la inflación.
El aumento de la deuda se suma a la demanda de los compradores de bonos de tasas de interés más altas para asegurarse contra el incumplimiento. Para los Estados Unidos, eso significa que cada aumento de un punto porcentual en la relación deuda-PIB aumenta las tasas de interés reales a largo plazo entre uno y seis puntos básicos. Cuanto más crece la deuda, más interés tiene que desembolsar el gobierno para atender esa deuda, y menos dinero tiene para gastar el gobierno de los Estados Unidos en otras prioridades como la seguridad social y sectores cruciales de la red de seguridad social. Los costes de los intereses casi se han duplicado en los últimos tres años, de 345 mil millones de dólares en 2020 a 659 mil millones de dólares en 2023. El par de intereses es ahora el cuarto programa gubernamental más grande, solo por detrás de la seguridad social, Medicare y Defensa. En relación con la economía, los costes netos de intereses aumentaron del 1,6 % del PIB en 2020 al 2,5 % en 2023.
En su último informe, la CBO proyectó que el interés costaría más de 10 billones de dólares durante la próxima década y superaría el presupuesto de defensa para 2027. Desde entonces, las tasas de interés han aumentado mucho más de lo que la CBO proyectó. Si se mantienen aproximadamente un 1% por encima de las proyecciones anteriores, los intereses sobre la deuda pública costarían más de 13 billones de dólares durante la próxima década, superarían el presupuesto de Defensa el próximo año y se convertirían en el segundo programa gubernamental más grande en 2026.
El poder económico de Estados Unidos le da un margen sustancial. El papel del dólar como moneda de reserva internacional significa que la demanda de deuda estadounidense siempre está presente, y el crecimiento de la productividad impulsado por la IA podría ayudar a disminuir sus problemas de deuda. Pero el tamaño de la deuda del sector público no se puede ignorar. La nueva administración pronto aplicará impuestos más altos y recortes en el gasto público. Si no lo hace, los “vigilantes” de bonos reducirán las compras y obligarán al nuevo presidente a aplicar una severa austeridad fiscal de todos modos. Como dijo el economista jefe del FMI, Pierre-Olivier Gourinchas, justo antes de estas elecciones, “Algo tendrá que ceder”.
Sin duda, la Bidenomics se desvanecerá con su homónimo.
Victoria
En cierto sentido, quién ganó importa poco a las grandes finanzas y a los grandes negocios. Ambos candidatos forman parte del sistema capitalista y quieren que funcione mejor para los propietarios de capital.
Larry Fink de BlackRock, el mayor administrador de activos del mundo, ha dicho que estaba “cansado de escuchar que estas son las elecciones más importantes de su vida”. La realidad, dice Fink, es que “con el tiempo no importa tanto”. Y es cierto que las fuerzas endógenas subyacentes de la producción capitalista, la inversión y el beneficio son mucho más poderosas que cualquier política en particular adoptada e implementada por un gobierno. Sin embargo, los políticos procapitalistas pueden diferir sobre lo que es mejor para el capitalismo en cualquier momento. Y hubo algunas diferencias entre Trump y Harris sobre qué hacer durante los próximos cuatro años.
Las principales promesas de lo que Trump llama “Maganomics” incluyen aranceles más agresivos sobre las importaciones de todo el mundo, especialmente de China, y una represión draconiana contra la inmigración. Su retórica de campaña también defendió una mayor influencia política sobre la política monetaria y la Reserva Federal en las decisiones sobre las tasas de interés y en la manipulación del dólar.
Trump afirma que “impulsará impuestos bajos, regulaciones bajas, bajos costes de energía, bajas tasas de interés e inflación baja, para que todos puedan permitirse comestibles, un automóvil y una hermosa casa”. Sus propuestas de recortes de impuestos van desde ingresos a través del pago de horas extras, propinas y beneficios de pensión hasta recortes masivos en todos los ámbitos para individuos y corporaciones. Esto sin duda reduciría los impuestos para los muy ricos (una vez más), pero los aumentaría para casi todos los demás.
Trump afirma que estos recortes de impuestos para los muy ricos y las grandes corporaciones impulsarán la inversión y el crecimiento, basados en la desacreditada teoría del “goteo”: es decir, si los ingresos y la riqueza de los ricos aumentan, entonces gastarán más y, por lo tanto, los beneficios “se filtrarán” al resto de nosotros.
Pero la evidencia es de lo contrario. Los últimos 50 años han visto una dramática disminución de los impuestos sobre los ricos en las democracias avanzadas. Y varios estudios muestran que esto ha tenido poco o ningún efecto en el crecimiento económico, y mucho más efecto en el aumento de la desigualdad. Dos economistas del Kings College de Londres, utilizando un indicador de impuestos recién construido para identificar todos los casos de importantes reducciones de impuestos a los ricos en 18 países entre 1965 y 2015, encuentran que tales recortes de impuestos conducen a una mayor desigualdad de ingresos tanto a corto como a medio plazo, pero no tienen ningún efecto significativo en el crecimiento económico o el desempleo. (9)
El PIB per cápita y las tasas de desempleo eran casi idénticas después de cinco años en los países que redujeron los impuestos a los ricos y en aquellos que no lo hicieron, según el estudio. Pero el análisis descubrió un cambio importante: los ingresos de los ricos crecieron mucho más rápido en los países donde las tasas impositivas se redujeron. ¡Sorpresa!
En cuanto al último mandato de Trump, cuando introdujo fuertes recortes en el impuesto sobre la renta corporativa y personal, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman de la Universidad de California en Berkeley descubrieron que, por primera vez en un siglo, las 400 familias estadounidenses más ricas tenían tasas impositivas efectivas más bajas que las personas en el 50% de menos ingresos.
A los inversores en bonos y a Wall Street les preocupa que estos recortes de impuestos, aunque muy bienvenidos desde su punto de vista, solo puedan aumentar el enorme déficit presupuestario del gobierno y la deuda del sector público, algo que es un anatema para el sector financiero. La respuesta de Trump fue que “pagaría” los recortes de impuestos aumentando drásticamente los aranceles sobre las importaciones. Planea imponer un impuesto del 21 % a todas las importaciones estadounidenses y un impuesto del 60 % a los bienes procedentes de China. De hecho, ¡Trump habló de imponer aranceles lo suficientemente altos como para permitirle poner fin al impuesto sobre la renta por completo!
Pero el grupo de investigación Penn Wharton Budget Model ha estimado que los planes de Trump aumentarían los déficits presupuestarios de los Estados Unidos en 5,8 billones de dólares durante la próxima década. Incluso el grupo de expertos conservador de la Fundación Tributaria estimó que su nuevo plan para eximir el trabajo de horas extras de los gravámenes federales le costaría a los Estados Unidos otros 227 mil millones de dólares en ingresos perdidos durante la próxima década.
Una vez más, el análisis empírico de estas políticas indica un daño significativo al desempeño económico de los Estados Unidos. Un estudio reciente sugiere que las políticas de Trump son “cambios en la política fiscal muy regresivos, desplazando las cargas fiscales lejos de los ricos y hacia los miembros de la sociedad de bajos ingresos”. (10) El documento, de Kim Clausing y Mary Lovely, calcula el coste de los gravámenes existentes más los planes arancelarios de Trump para su segundo mandato en el 1,8 % del PIB. Advierte que esta estimación “no considera más daños de los socios comerciales de Estados Unidos en represalias y otros efectos secundarios, como la pérdida de competitividad”. Este cálculo “implida que los costes de los nuevos aranceles propuestos por Trump serán casi cinco veces los causados por los choques arancelarios de Trump hasta finales de 2019, generando costes adicionales para los consumidores solo por este medio de alrededor de 500 mil millones de dólares al año”. El promedio para un hogar de ingresos medios sería de 1.700 dólares al año. El 50 % más pobre de los hogares, que tienden a gastar una mayor proporción de sus ganancias, verían sus ingresos disponibles afectados en un promedio del 3,5 %.
Las medidas arancelarias de Trump resultarían en gravámenes sobre las importaciones sobredimensionadas a niveles vistos por última vez durante la década de 1930 después de la aprobación de la histórica Ley Arancelaria Proteccionista Smooot Hawley. Trump afirma que las barreras comerciales no solo aumentarían los ingresos, sino que conducirían a la restauración de la industria manufacturera estadounidense. Cuando los aranceles de importación se utilizan para proteger un sector manufacturero floreciente e incipiente, como ocurrió en los Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX, pueden haber ayudado. Pero ahora, en el siglo XXI, la fabricación manufacturera estadounidense está en relativo declive, una tendencia que no sería revertida por las políticas proteccionistas (se ha ido a Asia).
En cambio, el grupo de expertos del Peterson Institute for International Economics, con sede en Washington, calcula que los aranceles generales del 20 %, combinados con un arancel del 60 % sobre China, desencadenarían un aumento de hasta 2.600 dólares al año en lo que el hogar promedio gasta en bienes, a medida que la inflación aumenta en consecuencia. Los investigadores senior de PIIE, Obstfeld y Kimberly Clausing, piensan que la cantidad máxima de ingresos adicionales que la administración puede recaudar, aplicando un arancel del 50 % a todo, sería de 780 mil millones de dólares.
Según Ernie Tedeschi del Yale Budget Lab,
Si quisiéramos reemplazar por completo el impuesto sobre la renta [ingresos recaudados de] con una tarifa, necesitaríamos al menos una tarifa de dos tercios. Y luego hay que recordar que la gente va a empezar a sustituir las importaciones y luego va a haber represalias y así sucesivamente… Es imposible hacer que las matemáticas funcionen. Probablemente no se pueda aumentar [tarifas] lo suficiente. (11)
Inmigración
La otra plataforma principal de Maganomics es reducir drásticamente la inmigración. Trump ha acusado a los migrantes de “envenenar la sangre de nuestro país”. A pesar de este racismo grotesco, muchos estadounidenses están convencidos de que sus niveles de vida y sus vidas se están viendo afectados por “demasiados inmigrantes”. Según Gallup, 2024 es el primer año en casi dos décadas en el que la mayoría del público quiere menos inmigración a los Estados Unidos. Solo en el último año, el deseo de reducir la cantidad de inmigración ha aumentado 10 puntos para los demócratas y 15 puntos para los republicanos.
De hecho, Trump pide la deportación masiva de millones de inmigrantes. Un informe reciente del Consejo Americano de Inmigración encuentra que, si el gobierno deporta a una población de aproximadamente 13 millones de personas que en 2022 carecían de estatus legal permanente y se enfrentaban a la posibilidad de expulsión, el coste sería enorme: alrededor de 305.000 millones de dólares.
Y esto no tiene en cuenta los costes a largo plazo de una operación de deportación masiva o los costes adicionales incalculables necesarios para adquirir la capacidad institucional de deportar a más de 13 millones de personas en un corto período de tiempo. Si se distribuye a lo largo de los años, el coste promediaría 88 mil millones de dólares anuales, para un total de 968 mil millones de dólares en el transcurso de más de una década, dados los costes a largo plazo de establecer y mantener instalaciones de detención, campamentos temporales y tribunales de inmigración. Además, alrededor de 5,1 millones de niños ciudadanos estadounidenses viven con un familiar indocumentado. Separar a los miembros de la familia conduciría a un tremendo estrés emocional y también podría causar dificultades económicas para muchas de estas familias de status mixto que podrían perder a sus cabezas de familia.
Pero el daño económico general también sería significativo. Como he argumentado, la inmigración neta ha ayudado a la economía estadounidense a crecer a un ritmo más rápido que otras economías del G7. Perder a estos trabajadores a través de la deportación masiva reduciría el PIB de los Estados Unidos entre un 4,2 % y un 6,8 %. También resultaría en una reducción significativa de los ingresos fiscales. Eliminar la mano de obra inmigrante afectaría a todos los sectores, desde los hogares hasta las empresas y la infraestructura básica. A medida que las industrias sufren, cientos de miles de trabajadores nacidos en Estados Unidos podrían perder sus empleos.
Austeridad
La Maganomics de Trump afirma que tiene como objetivo ayudar al estadounidense medio nacido en Estados Unidos, pero en realidad, por supuesto, sus políticas solo enriquecerán aún más a los muy ricos a expensas del resto, y también pondrán en peligro el crecimiento económico y aumentarán la inflación. Está fuertemente respaldado por multimillonarios individuales como Elon Musk, que posee alrededor del 4% de la riqueza personal de los Estados Unidos y contribuyeron un tercio del dinero de la campaña recaudado por Trump (un multimillonario). La ironía es que el 74 % de los estadounidenses apoyarían un impuesto anual sobre el patrimonio del 2% sobre los activos personales de más de 50 millones de dólares; el 65 % apoya el aumento de la tasa del impuesto sobre la renta corporativa y el 61 % apoyaría el aumento de las tasas superiores del impuesto sobre la renta, exactamente lo contrario de las políticas de Trump. (12)
En cuanto a Kamala Harris, no tenía intención de introducir un impuesto sobre el patrimonio, ni de aumentar los impuestos corporativos o a los que tienen los ingresos más altos. Por el contrario, Biden mantuvo los recortes de impuestos que Trump introdujo en su mandato de 2016-20 que durarán hasta 2025, y Harris no habría cambiado eso. También participaba del sentimiento antiinmigración y dijo que apoyaría un nuevo proyecto de ley para continuar la construcción de más muros fronterizos con México, costando miles de millones, una política a la que, cuando Trump la propuso en su victoriosa campaña anterior, los demócratas criticaron.
Cuando se trata del cambio climático, Trump ha dejado claro que relajará las regulaciones y permitirá una mayor exploración y producción de combustibles fósiles; después de todo, él y el jefe de Tesla, Elon Musk, están de acuerdo en que el calentamiento global probablemente no sea provocado por el hombre y, de todos modos, no es un riesgo grave para su forma de vida. Dígaselo a las víctimas del huracán en Florida. Harris no decía cosas mucho mejores, por cierto. Aunque se oponía al método extremadamente dañino para el medio ambiente de extraer petróleo y gas mediante fracking en 2019, ahora respalda los nuevos arrendamientos de fracking para garantizar la “seguridad energética” después de la explosión de precios liderada por la energía después de la pandemia de Covid.
En cuanto a los servicios públicos, con el déficit presupuestario que aumentará y la deuda pública alcanzando más del 100 % del PIB, ambos candidatos no dijeron nada, pero solo puede significar que la austeridad fiscal está en camino, a lo grande. Los ingresos fiscales no aumentarán, al contrario. El gasto en “defensa” y armas para pagar las guerras en Ucrania y Oriente Medio ha alcanzado máximos históricos y seguirá aumentando, por lo que Trump tendrá que recortar el gasto público en educación, transporte y atención social, etc.
Notas:
(1) Ver thenextrecession.wordpress.com/2024/06/19/a-soft-landing-or-curates-egg. ↩︎
(2) www.capitalgroup.com/ria/insights/articles/welcome-benjamin-button-econo…. ↩︎
(3) www.academia.edu/33374650/The_profit_investment_nexus_Keynes_or_Marx. ↩︎
(4) Ver thenextrecession.wordpress.com/2017/01/23/beware-the-zombies. ↩︎
(5) thenextrecession.wordpress.com/2023/10/02/hiding-in-the-shadows. ↩︎
(6) markets.businessinsider.com/news/bonds/us-debt-5-billion-every-day-for-next-10-years-2023-8. ↩︎
(7) www.cbo.gov/publication/59233. ↩︎
(8) thenextrecession.wordpress.com/2019/02/03/mmt-2-the-tricks-of-circulation. ↩︎
(9) Academic.oup.com/ser/article/20/2/539/6500315. ↩︎
(10) ¿Papess.srn.com/sol3/papers.cfm? abstract_id=4834397. ↩︎
(11) www.ft.com/content/f5f60203-176b-4fd8-baa1-03f27afa3482. ↩︎
(12) Ver thehill.com/hilltv/what-americas-thinking/428747-new-poll-americans-overwhelmingly-support-taxing-the-wealth-of. ↩︎
24.42.-El triunfo de Trump – SALOMÓN KALMANOVITZ
“Trump expresó también su sexismo y racismo, mostró su envidia y simpatía por los tiranos”: Salomón Kalmanovitz, Foto: EFE – CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH
La población norteamericana se sentía mal por la inflación que había alcanzado más de 9 % en junio de 2022, y la pandemia que la devastó. El sentimiento no cambió mucho a pesar de que el alza de precios fue de 2,4 % en septiembre de 2024, percepción que contribuyó al triunfo de Trump en las elecciones del 5 de noviembre pasado.
El crecimiento económico a su vez fue moderado, de solo 1,3 % en los primeros nueve meses de 2024, comparado con el desempeño del mismo período del año anterior, añadiendo una sensación de estancamiento en los ingresos de la gente, mermados por la inflación. El discurso electoral de Trump insistió mucho en el deterioro económico y social del país, aunque este en realidad no existió, pero la percepción no siempre coincide con lo que está sucediendo. El magnate insistió mucho en que durante su mandato (2016-2020) corrieron ríos de leche y miel, que hubo poca inflación (en promedio fue 2,2 % anual, nada fuera de lo común) y una presunta prosperidad para todos, algo que repetiría si ganaba las elecciones.
11 nov 2024.- A estas tergiversaciones y mentiras, Trump se dedicó a insultar y rebajar a su oponente, estrategia que ya había empleado para arrinconar a Hillary Clinton en la campaña de 2016. Fue la revancha del macho cabrío contra las mujeres. En caso de perder la elección, esta degradación del debate hubiera podido conducir nuevamente a la violencia que incentivó cuando perdió la contienda de 2020 frente a Joe Biden y que resultó en la muerte de varias personas y causó heridas de consideración a los agentes del orden, algo por lo que iba a ser juzgado. Pero, como presidente, ganó inmunidad.
La consigna de Trump “Hacer grande a los Estado Unidos de nuevo” refleja su nacionalismo radical que impondrá aranceles contra China de 60 % y del 20 % para los países más “amigos”, como sería Colombia si es que no castiga a Petro. El proteccionismo perjudica a los consumidores y será una bendición para el empresariado al poder subir sus precios. Quizás, perdonará a Maduro, quien lo felicitó fervientemente por su triunfo electoral. Trump expresó también su sexismo y racismo, mostró su envidia y simpatía por los tiranos, llegando a decir que le gustaría ser tan poderoso como Hitler, también como Kim Jung-un de Corea del Norte, y Vladimir Putin, de una Rusia que se sentirá apoyada para adelantar su guerra en Ucrania. Los europeos saben que no serán apoyados por Trump en caso de que estalle un conflicto con Rusia. Es por eso que la OTAN (Organización de los Países del Atlántico Norte) reconoce la necesidad de aumentar sus propios esfuerzos defensivos frente a un posible conflicto con el Kremlin. Igualmente, Ucrania contempla con preocupación la posibilidad de que Rusia avance sus líneas dentro de su territorio ante la indiferencia de Estados Unidos.
Si en el pasado período presidencial, Trump contó con poderosos asesores que impedían que hiciera las barbaridades que se le ocurrían, hoy no hay tal fuerza que contrarreste su voluntad e imprudencia. El presidente norteamericano no cree en la solidaridad entre las naciones de Occidente. No es un estadista, sino un aprendiz perpetuo, como él mismo se define. Trump insiste en que cada país se defienda como pueda de las amenazas que penden sobre ellos, que a él no le viene ni le va.
https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/salomon-kalmanovitz/el-triunfo-de-trump/
24.42.-La caída del imperio estadounidense – MARÍA A. GARCÍA DE LA TORRE
Duele que en un lugar donde podría haber grandeza, haya egoísmo y se premie a quienes irrespetan la ley. El Estados Unidos del Ku Klux Klan sigue vivo.
Por segunda vez en lo que va del siglo XXI, Estados Unidos ha decidido echar un reversazo y volver a los capítulos más oscuros de la Historia de la humanidad con la elección –otra vez– de Donald Trump a la presidencia. EE. UU. se ha convertido en el villano de la película, no ya salvando al mundo del nazismo como en 1945, sino hundiéndolo en el mismo. Duele ver las miradas desoladas por las calles. Produce impotencia que un país tan poderoso esté constituido por un sistema tan mal concebido, ineficiente y laxo que aún hoy separa a blancos y negros por barrios y practica la segregación ‘de facto’ en zonas de esparcimiento e iglesias. Duele que en un lugar donde podría haber grandeza, haya egoísmo y se premie a quienes irrespetan la ley. El Estados Unidos del Ku Klux Klan sigue vivo.
10 nov 2024.- Quienes votaron por Donald Trump lo justifican aduciendo una crisis migratoria sin parangón y una crisis económica de grandes proporciones que supuestamente Trump va a solucionar. No fueron suficientes las explicaciones desde todos los medios de noticias, desde la academia, desde el exterior para que estos individuos comprendieran que estaban siendo manipulados y que en realidad votaron por un régimen dictatorial –según el mismo Trump– que va a fracturar las relaciones diplomáticas de EE. UU. y va a hundir ese país en el más profundo oscurantismo.
Tan pronto se posesione Trump, se perseguirá a los opositores, se contratarán y despedirán a servidores públicos según el capricho del Líder, se fusionarán Iglesia y Estado y se hará realidad la profecía de Margaret Atwood con su novela, ‘The Handmaid’s Tale’. El negacionismo, las teorías conspiratorias, una desinformación generalizada y un nivel alarmante de simple y llana estupidez lograron que este individuo se atornillara al poder de una vez y para siempre.
Está claro que en EE. UU. es mayor la misoginia que el rechazo al fascismo. Es mayor el racismo que el deseo de preservar la democracia. Es mayor, también, el odio a nosotros, los inmigrantes, que el imperativo de votar por un presidente sin un pasado judicial vergonzante. La derecha ganó, pero no en franca lid, pues sus tácticas tramposas, la oleada de desinformación liderada por Elon Musk, sumado a las amenazas de bomba en decenas de centros de votación históricamente demócratas en Georgia, dejan un sabor amargo.
“Se vienen décadas de horror para esta bella nación y para el mundo, a merced del temperamento impredecible e irascible de este hombre con la madurez de un crío de tres años”.
Mientras que EE. UU. se cae a pedazos, empezará la diáspora de quienes no comulgan con el régimen; empezará la deportación masiva de refugiados, la prohibición del matrimonio gay, el veto nacional del aborto. No sorprendería que se eliminara el derecho al voto femenino y que se prohíba el divorcio, por no hablar de la autonomía financiera, el acceso al sistema educativo y el derecho a denunciar situaciones de violencia de género.
Esta semana ganó la presidencia un individuo condenado por 34 delitos comprobados, condenado por acoso y abuso sexual, estafador, racista, misógino, xenófobo, ignorante hasta los tuétanos, amigo de la violencia con fines políticos. En suma, ha ganado la estulticia y se ha desperdiciado una oportunidad de oro para sacar a ese país del Medioevo con una mujer preparada, empática, capaz. Queda el matoneador, con un poder inconmensurable, listo para volver a la Casa Blanca a reanudar sus cuestionables conversaciones con Putin y Kim Jong–un. Llega para quedarse, instaurando un sistema dictatorial vitalicio que heredará a JD Vance. Se vienen décadas de horror para esta bella nación y para el mundo, a merced del temperamento impredecible e irascible de este hombre con la madurez de un crío de tres años.
https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/la-caida-del-imperio-estadounidense-3398474
24.42.-Cómo la derecha tecnológica estadounidense tomó el poder – VALENTIN FAURE
BORIS SEMENIAKO
El papel de varios multimillonarios de Silicon Valley, empezando por Elon Musk, en la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos pone de relieve la influencia de una nueva corriente ideológica que tiende un puente entre las utopías libertarias y los valores conservadores.
De todos los que celebran la reelección del expresidente Donald Trump, pocos tienen tantos motivos para celebrar como Elon Musk. Menos de una semana después del 5 de noviembre, su fortuna había aumentado en 70 mil millones de dólares (unos 66 mil millones de euros), un retorno monstruoso de una inversión en la campaña republicana que ya parecía desproporcionada: 120 millones de dólares en pocos meses.
15 nov 2024.- Porque la conversión del hombre más rico del mundo en activista trumpista es reciente. En 2020, este exdemócrata, que elogiaba los méritos de su empresa, Tesla, en materia de derechos LGBTQ+, y financiaba tanto a demócratas como a republicanos (pero se abstenía en campañas presidenciales), respondió a la periodista del New York Times Kara Swisher quien le preguntó sobre sus ideas políticas: “Soy socialmente muy liberal. Y económicamente, tal vez esté en el centro o en la derecha. No sé.» Simplemente pidió una “persona normal y de sentido común”, cuyos “valores golpeen justo en el centro del país”.
Este Musk se ha vuelto irreconocible. A partir de ahora, día y noche, comparte en la red social Con el celo de un converso, trabajó por la reelección de Trump, poniendo a su servicio su inmensa fortuna, su plataforma de comunicación global y su aura de genio emprendedor. El presidente electo no se equivocó: “Ha nacido una estrella: ¡Elon!, dijo entusiasmado en un largo panegírico al día siguiente de su reelección. Es un súper genio, necesitamos protegerlos, no tenemos tantos.»
Leer también: Elon Musk, actor político de extrema derecha, poder
La transformación política de Elon Musk es la versión atronadora de un giro más amplio de parte de Silicon Valley –que tradicionalmente se inclina por los demócratas– hacia la extrema derecha. Varios magnates de la industria han abrazado, en diferentes grados, este mismo cambio político.
En 2016, la elección de Trump supuso un “shock moral” para el mundo de la tecnología, recuerda Olivier Alexandre, sociólogo del CNRS y autor de La Tech. Cuando Silicon Valley rehace el mundo (Seuil, 2023). Antiguos donantes del Partido Demócrata como el inversor David Sacks, los fundadores del mayor fondo de inversión del mundo -que lleva su nombre- Marc Andreessen y Ben Horowitz, o incluso los gemelos Tyler y Cameron Winklevoss -famosos por la película La red social (por David Fincher, 2010) por no haber creado Facebook- siguió la misma trayectoria. Junto con otros, se unieron a Peter Thiel, fundador de PayPal y Palantir Technologies, inmensamente rico gracias a su inversión en Facebook. El primero de ellos que apoyó a Donald Trump , está en el corazón de esta nueva galaxia política en formación.
El sueño de un futuro sin reglas
“Este ‘derecho tecnológico’ es un objeto político que seguir”, explica Maya Kandel, historiadora asociada de la Universidad Sorbonne-Nouvelle. Es un nuevo centro de poder político, muy influyente, en un país donde el dinero privado es el nervio de la guerra electoral.» Kamala Harris ciertamente se ha beneficiado del apoyo de donantes adinerados del sector, como Bill Gates, cofundador de Microsoft, o Laurene Powell Jobs, viuda del cofundador de Apple, Steve Jobs, y la mujer más rica de Silicon Valley. La campaña del candidato demócrata también rompió todos los récords al recaudar 1.600 millones de dólares, más del doble que la de Trump.
De los aproximadamente 70 multimillonarios de Silicon Valley, sólo una veintena apoya al 47º presidente de los Estados Unidos. “Pero estas veinte personas tienen acceso directo al espacio público mundial de los medios de comunicación, ya que ellos mismos lo han recompuesto”, subraya Olivier Alexandre. Los Carnegie y los Rockefeller estaban involucrados en política y eran propietarios de medios de comunicación. Pero la concentración de poder que estos multimillonarios tecnológicos tienen en sus manos, el acceso a la tecnología y su capacidad para poner en práctica lo que creen, todo esto no tiene precedentes.» Los Carnegie y los Rockefeller no apuntaban a la Luna, y mucho menos a Marte, como tampoco querían imponer una moneda; Los pequeños americanos no llevaban camisetas con su imagen. No tenían la capacidad de impedir una operación militar ucraniana contra los rusos, no estaban involucrados en una carrera armamentista global ni creían que la democracia fuera un obstáculo para el florecimiento de la humanidad. “Todavía son una minoría en Silicon Valley”, resume Lawrence Rosenthal, del Centro para el Estudio de la Derecha de Berkeley. Pero son guerreros políticos de una manera que el resto de Silicon Valley no lo es.»
Durante mucho tiempo, estos últimos se mantuvieron alejados de la política. En la década de 1960, la utopía de los pioneros de Internet era la de un mundo en el que todo se organizaría en torno a la comunicación. Soñábamos con un futuro sin reglas. Los políticos eran vistos como corruptos y las tecnologías como la promesa de un mundo mejor. Allí se predicaba el libertarismo –esa doctrina política que aboga por la máxima libertad individual y la limitación del papel del Estado– indiferente a lo que sucedía en la Costa Este. Un día, la tecnología haría obsoletas las divisiones políticas.
Este libertarismo ignora el papel crucial del gobierno federal en la provisión de fondos y en el ecosistema que permitió la explosión del sector. Pero “hasta los años 1990 y 2000 no hubo debate: la tecnología era vista como una fuerza progresista que permitía a la gente informarse, innovar, crear, rompiendo monopolios y derrocando regímenes autoritarios”, recuerda Olivier Alexandre.
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Fue antes. Antes de que la aparición de un nuevo tipo de empresas emergentes como Uber o Airbnb altere sectores que los líderes políticos han considerado durante mucho tiempo que es su responsabilidad regular. Especialmente antes de que las nuevas tecnologías se conviertan en sinónimo de desinformación, invasión de la privacidad, riesgos de ciberseguridad o fraude online. Dejemos que el escándalo de Cambridge Analytica (que lleva el nombre de esta empresa británica utilizada por Donald Trump durante su primera campaña para desviar los datos de decenas de millones de usuarios sin su conocimiento) muestre su poder para causar daño.
A medida que la participación política del sector tecnológico se volvió crucial, se produjo una “mayor demanda pública de regulación gubernamental de la tecnología”, recuerda Darrell West, investigador principal del Centro de Innovación Tecnológica del Instituto Brookings. Desde entonces, la pandemia de Covid-19 y sus regulaciones insoportables a los ojos de los libertarios, la política antimonopolio de Joe Biden -que pretendía limitar la omnipotencia de Gafam (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) y posiblemente conducir al desmantelamiento de Google –, la implementación de regulaciones para el desarrollo y uso de la inteligencia artificial (IA) ha empujado a algunos empresarios al campo contrario.
“La burocracia es el enemigo general”
“Como dice el viejo chiste soviético, ‘puede que a ti no te interese la política, pero la política está interesada en ti'”, escribieron Andreessen y Horowitz en un texto publicado en su sitio el 5 de julio. Por lo tanto, “no tenían otra opción”. Al señalar el “brutal asalto” a las criptoindustrias liderado por la administración Biden, que amenaza nada menos que el “futuro de la tecnología y el futuro de Estados Unidos” al permitir que China salga adelante, anunciaron en su podcast “The Ben & Marc Show” para apoyar a Trump. Lástima por las posiciones radicales de los candidatos sobre la inmigración o el aborto, las criptomonedas son para ellos el “tema más emotivo”.
No son los únicos. La industria de las criptomonedas representará casi la mitad del dinero donado por las empresas a los comités de acción política en 2024, según un informe de la ONG progresista Public Citizen. La inversión vale la pena: así como Trump exigió mil millones de dólares a la industria del petróleo y el gas a cambio de políticas energéticas favorables una vez que regresó al poder, rápidamente pasó de estar en contra del bitcoin a estar a favor del bitcoin, y de estar en contra del automóvil eléctrico a estar a favor del automóvil eléctrico. Al menos en palabras. “Estoy a favor de los coches eléctricos, sólo puedo estarlo porque Elon me apoyó firmemente “, dijo durante una reunión en agosto.
En cuanto a la IA, aunque, según una encuesta de Ipsos, el 83% de los estadounidenses “no confían en que las empresas que desarrollan sistemas de IA lo hagan de forma responsable”, el programa republicano es claro: “Derogaremos la peligrosa orden ejecutiva de Joe Biden que obstaculiza la innovación en IA e impone ideas de izquierda radical en el desarrollo de esta tecnología. En cambio, los republicanos apoyarán el desarrollo de la IA basada en la libertad de expresión y el florecimiento humano.»
Porque es la ideología que “define a Silicon Valley”: “El progreso tecnológico debe perseguirse sin descanso, con poca o ninguna preocupación por los costos o peligros potenciales para la sociedad”, escribe Max Chafkin, biógrafo de Silicon Valley, a quien describe como. el pensador y divulgador de esta visión. “La burocracia es el enemigo general en Silicon Valley”, subraya Olivier Alexandre. Pensamos que el Estado no es eficiente, que impone un montón de regulaciones estúpidas que hacen perder tiempo y talento, y que el Estado hay que gestionarlo como una empresa.» Y la investigadora Maya Kandel confirma: “Este deseo de desregular, de simplificar la administración, incluso de eliminar un montón de agencias gubernamentales nacidas después del New Deal, hace eco de las declaraciones antisistema de Trump, de la idea de que hay que “drenar el pantano”.”.»
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El corpus ideológico de esta derecha tecnológica está disperso. Está disponible en ensayos, publicaciones de blogs, podcasts o tweets transmitidos a millones de seguidores (205 millones para Musk), y en algunos libros de culto, que trazan una línea autoritaria, antidemocrática y antiigualitaria. En un extenso texto publicado en su sitio, titulado “Entender la derecha tecnológica”, el comentarista de extrema derecha Richard Hanania intenta desarrollar una definición de esta fuerza política emergente. “La derecha tecnológica combina la aceptación de la desigualdad por parte de la derecha con la apertura de la izquierda al cambio “, escribe.
Las afinidades con la izquierda terminan ahí. La derecha tecnológica se considera amordazada por la izquierda liberal, considera que el dinero no debería gastarse para reducir las desigualdades, sino para financiar el progreso tecnológico, y rechaza la discriminación positiva y la “diversidad”. Hanania continúa: “Si bien existen diferencias con el conservadurismo estadounidense, no hay ninguna razón por la que las dos partes [los conservadores y la derecha tecnológica] no puedan trabajar juntas en el futuro previsible. La forma de nuestra política y cultura en las próximas décadas dependerá de hasta qué punto lo hagan.»
La sociedad, una tecnología que puede ser “hackeada”
Un perfil de la revista The Atlantic describe al magnate Peter Thiel como “la destilación más pura de la ética reinante en Silicon Valley ” y señala que el eslogan de Trump, “Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”, le atraía con su pesimismo: Trump, juzgó Thiel, “admitió que [Estados Unidos] [es] ya no un gran país” .
Desinteresado por la democracia, este último decidió no involucrarse en esta campaña.
Quizás ya no necesite hacerlo él mismo. “Thiel está en el centro de todo este movimiento intelectual de los conservadores nacionales que han comenzado a unirse para intentar redefinir una línea intelectual del Partido Republicano para atenerse a la nueva base electoral de Trump“, explica Maya Kandel. Cada año inaugura la NatCon, la Conferencia del Conservadurismo Nacional, que se celebra desde 2019, y cuyo objetivo es dar armas intelectuales al trumpismo. Desde entonces se ha convertido en un “ideólogo de Trump”, según Max Chafkin.
El cofundador de PayPal es un intelectual en Silicon Valley. El empresario ha escrito numerosos ensayos, entre ellos The Diversity Myth, The Independent Institute, 1999, un tratado contra lo que recientemente llamó “la locura, la estupidez, la estupidez y la maldad” de la izquierda. El archipiélago Gulag (1973), de Alexander Solzhenitsyn, y El señor de los anillos, de JRR Tolkien, le mostraron “cuánto corrompe el poder político”. En 2014, la revista Philosophie lo invitó a debatir con Pierre Manent. Frente al filósofo, que defendió la necesidad de órganos políticos, Thiel replicó: “Vemos disminuir la capacidad de los Estados para lograr grandes cosas. Pero no podemos imaginar qué podría reemplazarlos. Esto es lo que me interesa del libertarismo, esta idea de que podemos escapar de la política.»
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La idea debe tomarse literalmente. En su manifiesto escrito en 2009, La educación de un libertario, ya rechazaba la política electoral como medio para reformar la sociedad. Porque no se pueden confiar decisiones importantes a la gente. “Ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles“, confió. Menos aún “desde 1920 y el aumento considerable del número de beneficiarios de asistencia social y la extensión del derecho de voto a las mujeres –dos grupos notoriamente difíciles para los libertarios– han transformado la noción de “democracia capitalista” en un oxímoron.»
¿La solución para “encontrar una salida a la política en todas sus formas”? Invertir nuevos espacios de libertad personal que los gobiernos no pudieron alcanzar: en el ciberespacio, el espacio, el océano. Thiel es también un promotor del seasteading, por el momento más realista que la colonización del espacio, que consiste en establecer “comunidades oceánicas permanentes y autónomas para permitir la experimentación y la innovación con diversos sistemas sociales, políticos y jurídicos”, como promete el Seasteading Institute., que financia. Al concebir la sociedad como una tecnología que puede ser “pirateada” y actualizada como un sistema operativo de computadora, Seasteading, todavía en su forma preliminar, representa el enfoque definitivo de Silicon Valley para la gobernanza.
Discursos de crepúsculo
Para Thiel, la crítica libertaria del gobierno estadounidense se transformó en un deseo casi nihilista de demolerlo. El hombre está cercano al movimiento neoreaccionario (comúnmente abreviado como NRx), también llamado “Ilustración Oscura”. Esta escuela de pensamiento se originó a mediados de la década de 2000 en una comunidad informal en línea, de la cual surgieron los escritos de un programador llamado Curtis Yarvin, que publicó bajo el nombre “Mencius Moldbug”. Max Chafkin lo describe como el “filósofo político interno” del “Thielverse”, el universo que gira en torno a Peter Thiel.
Ex alumno de Berkeley (California), influenciado por la cultura libertaria de Silicon Valley en los años 1980 y 1990, Yarvin, a través de su lectura de pensadores conservadores, abrazó puntos de vista antidemocráticos y racialistas. Como la democracia es un “sistema de gobierno ineficaz y destructivo”, nuestro sistema es tan corrupto y estancado que debe ser reemplazado por un “régimen monárquico gestionado como una nueva empresa”, cree el programador. Utilizando la metáfora informática, sostiene que la sociedad necesita un “reinicio completo” o un “reinicio”. La burocracia debe dar paso a un “CEO nacional”: en otras palabras, “lo que llamamos un dictador” . Cree que las diferencias genéticas hacen que algunos grupos sean “más aptos para el dominio”, mientras que otros sean “más aptos para la esclavitud”.
Con el pelo largo e ideas incendiarias, urbano, no creyente, experto en manipular las tecnologías digitales, Curtis Yarvin es un “ejemplo temprano de importantes nuevas tendencias en el pensamiento y el activismo radical de extrema derecha”, escribe el historiador Joshua Tait en el capítulo de Key Thinkers of the Radical Right (“Key Thinkers of the Radical Right”, Oxford Press, 2019, sin traducir) que está dedicado a él. Ayudó a popularizar un giro de la derecha estadounidense contra la democracia y las normas conservadoras tradicionales, al tiempo que ayudó a normalizar puntos de vista racialistas que alguna vez estuvieron ausentes del conservadurismo estadounidense.»
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Estos discursos crepusculares se encuentran entre los intelectuales conservadores, nacionalistas y antiliberales, cuyos títulos de obras anuncian el color: el filósofo Yoram Hazony (Las virtudes del nacionalismo, Godefroy, 2020), los ensayistas Michael Anton (The Stakes. America at the Point of No Return, “Lo que está en juego en Estados Unidos en el punto sin retorno”, Regnery, 2020, sin traducir) y Stephen Wolfe (The Case for Christian Nationalism, “Plea for Christian Nationalism”, Canon Press, 2022, sin traducir), o el filósofo católico Patrick Deneen (Regime Change. Towards a Postliberal Future”, Sentinel, 2023, sin traducir).
Todos piden un cambio radical de régimen para poner fin a la tiranía progresista, ya sea mediante la llegada de un nuevo César o mediante una contrarrevolución religiosa que ponga fin a la separación de la Iglesia y el Estado. por la instalación de un “príncipe cristiano” que derribaría la “ginocracia estadounidense”.
En un ensayo publicado en noviembre de 2023 por el New York Times sobre estos intelectuales “catastróficos” muy influyentes dentro del Partido Republicano, el politólogo Damon Linker advierte: ignorar a estos oscuros teóricos sería malinterpretar el “papel de los intelectuales en los movimientos políticos radicales”. Estos autores dan a las elites republicanas permiso y estímulo para hacer cosas que hace apenas unos años se habrían considerado impensables.» “Las ideas sobre la amenaza de una izquierda totalitaria todopoderosa y el lamentable estado del país, incluso las más extravagantes, son tomadas en serio tanto por los políticos conservadores como por las figuras influyentes de la derecha”, escribe.
Un enemigo común
Empujado como compañero de fórmula por Musk, Thiel y el periodista ultraconservador Tucker Carlson a Trump, JD Vance se lo dijo a su manera a un periodista de Tablet : “¿Un votante de base en Ohio lee a Yoram Hazony y Mencius Moldbug? No. Son personas mayores. Viven sus vidas, mantienen a sus familias, quieren trabajo. Pero ¿están de acuerdo con las líneas generales de la dirección que creemos que deberíamos darle a la política pública estadounidense? Absolutamente.» Vance está, de hecho, en el centro de este realineamiento político. “La derecha tecnológica tenía que encontrar una manera de formar una coalición con alguien que tuviera una base electoral grande”, explica Lawrence Rosenthal. Por eso crearon a JD Vance, el político.»
Autor de Hillbilly Elegy (Globe, 2017), la novela superventas dedicada a su difícil infancia en el Medio Oeste y, más ampliamente, al descenso de las clases trabajadoras pobres; senador anti-élite de la Universidad de Yale, cuya campaña senatorial fue financiada en gran medida por Thiel, a quien conoció cuando él mismo era un capitalista de riesgo en Silicon Valley; Católico recién convertido (dice que debe su conversión a Peter Thiel y a San Agustín), arrepentido “nunca Trumper” : Vance logra una síntesis improbable entre fuerzas políticas de derechas que comparten sobre todo un enemigo común: la izquierda liberal y todos sus avatares.
JD Vance es el rostro de esta “nueva derecha” que intenta dar una dirección aún más radical –en términos de nacionalismo, política antiinmigración, oposición al intervencionismo estadounidense– a la revolución ideológica iniciada bajo Trump. Financiado en gran parte por Thiel, se convirtió en la mayoría dentro del movimiento conservador estadounidense. “Esta nueva derecha ha dado la espalda a los principios fundacionales del Partido Republicano, versión Reagan: libre comercio, apertura a la inmigración y una política exterior intervencionista, que era un poco la trilogía del Partido Republicano hasta Trump”, analiza Maya Kandel.
Esta línea está plasmada en el “Proyecto 2025”, escrito por la Heritage Foundation, un grupo de expertos muy poderoso de la derecha conservadora. Este texto de casi 1.000 páginas se ofrece como una hoja de ruta hacia la presidencia de Trump. Prevé el restablecimiento de la familia como “elemento central de la vida estadounidense” y la prohibición del aborto. Inspirado en la teoría del ejecutivo unitario –una teoría constitucional que aboga por el control total del poder ejecutivo por parte del poder presidencial–, incluye en particular una purga de 10.000 empleados del gobierno federal y su sustitución por servidores leales al poder.
Poderes sin precedentes
El presidente de Heritage, Kevin Roberts, fue el “invitado sorpresa” a la conferencia tecnológica “Reboot”, celebrada en septiembre en San Francisco, y cuya edición de 2024 indicó un claro giro político. “¿Cómo pueden el conservadurismo y la tecnología encontrar puntos en común para impulsar la innovación y al mismo tiempo proteger la libertad de expresión, las libertades individuales y el autogobierno?”, preguntó Roberts durante un debate sobre “la tecnología y la república estadounidense”.
De hecho, hay motivos para preguntarse: muchos conservadores ven a las Big Tech como un espantapájaros que camina de la mano del “Estado profundo” que tan ferozmente denuncian, una herramienta de censura al servicio de la difusión de los peores discursos liberales. ideas, como una amenaza para la educación de los niños: un argumento retomado por el Proyecto 2025, como por JD Vance. Pero ese día, mientras al otro lado del país Elon Musk se unía a Donald Trump en el escenario para mostrarle su apoyo con el exceso que lo caracteriza, Kevin Roberts finalmente dijo que estaba equivocado: “Los conservadores y [la gente tecnológica] no solo tienen que colaboran, pero en realidad son espíritus hermanos”, y la IA representa “una de las mayores esperanzas para proteger la soberanía humana”.
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Parece que hay que apelar a un valor común tan abstracto como el “florecimiento del ser humano” para resolver la contradicción de esta alianza entre el partido de la tradición, que utiliza el lenguaje de la nostalgia por una América perdida, ahora defiende un retorno a una economía anterior al New Deal, proteccionista y aislacionista; y una industria con intereses supranacionales, que promete al mundo los trastornos más violentos e inciertos.
Después de las elecciones del martes 5 de noviembre, las felicitaciones de la élite tecnológica a Trump no tardaron en llegar. Se trataba sobre todo de las alentadoras perspectivas económicas para esta nueva clase de oligarcas con poderes sin precedentes. Jeff Bezos, que aseguró que el Washington Post , de su propiedad, no apoyaría oficialmente a Kamala Harris, elogió un “retorno político extraordinario y una victoria decisiva” . El director ejecutivo de Google, Sundar Pichai, elogió la entrada de Estados Unidos en una “edad dorada de la innovación“.
“JODER, sí”, tuiteó Marc Andreessen. El romance de la producción ha vuelto.» Elon Musk, por su parte, fue agradecido con su nombramiento al frente de un “departamento de eficiencia gubernamental”, donde prevé recortar el presupuesto federal en 2 billones de dólares. Estados Unidos tiene el “CEO nacional” con el que soñaba la derecha tecnológica.
24.42.-EE UU puede perder la guerra comercial – PAUL KRUGMAN
Los estadounidenses acaban de elegir al peor líder para gestionar el conflicto que se avecina con China
Carga de contenedores en Lianyungang (China). COSTFOTO / NURPHOTO / GETTY IMAGES
La buena noticia: no creo que Donald Trump vaya a provocar una guerra comercial mundial. La mala noticia: la razón por la que lo digo es porque creo que la guerra comercial se avecinaría incluso si Trump hubiera perdido las elecciones, fundamentalmente porque China se niega a actuar como una superpotencia económica responsable. Por desgracia, es posible que Trump sea la peor persona para dirigir la política estadounidense a través de las turbulencias que probablemente se avecinan.
15 nov 2024.- Él no será la razón por la que tengamos una guerra comercial, pero podría ser perfectamente la razón por la que la perdamos.
China es el mayor éxito económico de la historia. Antes era muy pobre; pero tras las reformas iniciadas en 1978, su economía se disparó. Incluso ahora, China no es más que un país de renta media, con un PIB per capita considerablemente inferior al de Estados Unidos o al de Europa Occidental. Pero tiene una población enorme, por lo que, según algunos indicadores, actualmente es la mayor economía del mundo.
Sin embargo, todo indica que la época del febril crecimiento de China ha quedado atrás. Durante décadas, este estuvo inducido por dos factores: el aumento de la población en edad de trabajar y el rápido crecimiento de la productividad impulsado por la tecnología prestada. Pero la población en edad de trabajar alcanzó su máximo hace una década y ahora está disminuyendo. Y a pesar de algunos logros impresionantes, el ritmo general del progreso tecnológico en China, que los economistas miden en función de la “productividad total de los factores”, parece haberse desacelerado al mínimo.
Pero una ralentización del crecimiento no tiene por qué ser una catástrofe. Japón sufrió un cambio demográfico y tecnológico similar en la década de 1990 y, en general, lo ha manejado con bastante elegancia, evitando el desempleo masivo y el malestar social. En cambio, China ha construido un sistema económico diseñado para la era del crecimiento rápido, un sistema que suprime el gasto de consumo y fomenta tasas muy altas de inversión. Este sistema era viable mientras el crecimiento económico desmesurado creara la necesidad de más fábricas, edificios de oficinas, etcétera, de modo que la elevada inversión pudiera encontrar usos productivos. Pero mientras que una economía que crece, digamos, al 9% anual puede invertir productivamente el 40% del PIB, una economía que crece al 3% no puede.
La respuesta parece evidente: redistribuir la renta a las familias y reorientar la economía de la inversión al consumo. Pero, por la razón que sea, el Gobierno chino no parece dispuesto a avanzar en esa dirección. Una y otra vez, las políticas de estímulo se han dirigido más a ampliar la capacidad productiva que a capacitar a los consumidores para hacer uso de esa capacidad. Entonces, ¿qué se puede hacer cuando se tiene mucha capacidad, pero los consumidores no pueden o no quieren comprar lo que se produce? Se intenta exportar el problema, manteniendo la economía en funcionamiento con superávits comerciales enormes.
Y quiero decir enormes. Resulta revelador que China dé la impresión de estar jugando con sus cifras comerciales en un intento de hacer que sus superávits parezcan menores de lo que realmente son. Pero, por lo visto, exporta cerca de un billón de dólares más de lo que importa, y la tendencia es al alza. De ahí la guerra comercial que se avecina. El resto del mundo no aceptará pasivamente los superávits chinos a esa escala. La crisis china de la década de 2000 nos enseñó que, sean cuales sean las virtudes (reales) del libre comercio, un aumento enorme de las importaciones causa un daño inaceptable a los trabajadores y a las comunidades que encuentra a su paso. Además, China es una autocracia que no comparte los valores democráticos. Permitir que domine sectores esenciales desde el punto de vista estratégico es un riesgo inaceptable.
Por eso el Gobierno de Biden ha seguido discretamente una línea bastante dura con China, manteniendo los aranceles de Trump y tratando de limitar sus avances en tecnologías avanzadas. Y es la razón por la que la Unión Europea ha impuesto aranceles elevados a los vehículos eléctricos fabricados en China, lo que probablemente sea solo el principio de un conflicto comercial ampliado. Así que se avecina una guerra comercial; en cierto modo ya ha empezado. ¿Qué añadirá Trump a la historia? Ignorancia, falta de enfoque y posible amiguismo. Ah, y credulidad.
Ignorancia: la insistencia de Trump en que los aranceles no perjudican a los consumidores —aunque las empresas de todo Estados Unidos estén planeando subir los precios en cuanto se apliquen los aranceles que ha previsto— indica que ni él ni nadie a quien él escuche entiende cómo funciona el comercio mundial. Lo que no es nada bueno en un momento de conflicto comercial.
Falta de enfoque: al proponer aranceles para todos, no solo para China, Trump hará que aumenten los costes para muchas empresas estadounidenses y se enemistará con aliados que deberían ser parte de una respuesta común.
Amiguismo: el presidente tiene amplia potestad para conceder exenciones arancelarias a empresas elegidas. Durante el primer mandato de Trump, esas exenciones fueron a parar de manera desproporcionada a negocios con conexiones políticas republicanas. Sería ingenuo pensar que no es probable que esto vuelva a suceder, y a una escala mucho mayor. Por último, la credulidad: durante su primer mandato, Trump finalmente dejó de aumentar los aranceles después de firmar lo que llamó un “acuerdo comercial histórico” por el que China accedió a comprar productos estadounidenses por valor de 200.000 millones. ¿Qué parte de esa cantidad total compró realmente China? Ninguna.
Como he dicho, se avecinan graves conflictos comerciales cuando China intente exportar sus fracasos políticos. Pero Estados Unidos acaba de elegir al que quizás sea el peor líder para gestionar ese conflicto.
https://elpais.com/economia/negocios/2024-11-16/ee-uu-puede-perder-la-guerra-comercial.html
24.42.-El fetichismo manufacturero está destinado al fracaso – MARTIN WOLF
Es mucho más fácil culpar a China de la desaparición de estos empleos estadounidenses que a los consumidores nacionales y a la automatización.
©James Ferguson
Pensar que dos y dos son cuatro / Y ni cinco ni tres / El corazón del hombre ha estado dolorido durante mucho tiempo / Y así parece que seguirá estando. AE Housman.
En 1810, el 81% de la fuerza laboral estadounidense trabajaba en la agricultura, el 3% en la industria manufacturera y el 16% en los servicios. En 1950, la participación de la agricultura había caído al 12%, la de la industria manufacturera había alcanzado su punto máximo (24%) y la de los servicios había alcanzado el 64%. En 2020, la participación de estos tres sectores en el empleo llegó a menos del 2%, el 8% y el 91%, respectivamente. La evolución de estas participaciones describe el patrón de empleo del crecimiento económico moderno. Es, en líneas generales, lo que ocurre a medida que los países se enriquecen, ya sean grandes o pequeños o tengan superávits o déficits comerciales. Es una ley económica de hierro.
13 nov 2024.- ¿Qué impulsa esta evolución? En Behind the Curve — Can Manufacturing Still Provide Inclusive Growth? (Detrás de la curva: ¿puede la industria manufacturera seguir proporcionando un crecimiento inclusivo?), Robert Lawrence, de la Kennedy School de Harvard y del Peterson Institute for International Economics (PIIE), la explica en términos de unas cuantas cifras: las proporciones iniciales de empleo en cada uno de los tres sectores, las “elasticidades de la demanda en función del ingreso” de sus productos, sus “elasticidades de sustitución” y las tasas relativas de crecimiento de la productividad. Las elasticidades de ingreso miden el aumento proporcional de la demanda de una categoría de bienes o servicios en relación con el ingreso. Las elasticidades de sustitución miden el impacto de los cambios en el precio sobre la demanda. Una consecuencia crucial del modelo simple que surge son los “efectos indirectos”: lo que le sucede a un sector también depende enormemente de lo que sucede en los otros sectores.
Ahora, hagamos las siguientes suposiciones simples y empíricas. Primero, la productividad crece más rápido en la agricultura, seguida por la manufactura y luego por los servicios. Segundo, las elasticidades de la demanda en función del ingreso son inferiores a uno para la agricultura, pero superiores a uno para las manufacturas y aún más altas para los servicios. Tercero, las elasticidades de sustitución son todas inferiores a uno. Esto significa que la proporción del ingreso gastado en una categoría amplia dada disminuye a medida que se vuelve relativamente más barata. Supongamos también que todas las economías comenzaron con proporciones similares de trabajadores en los tres sectores a las de los Estados Unidos a principios del siglo XIX.
Lo que ocurre es el mismo patrón que se observa en Estados Unidos y otros países contemporáneos de altos ingresos (excepto las ciudades-estado, donde los alimentos se importaban en parte del exterior). Al principio, dos fuerzas positivas (alimentos más baratos e ingresos más altos) desplazan el gasto hacia las manufacturas y elevan la participación de las manufacturas en el empleo. Pero dos fuerzas negativas (la caída de los precios de las manufacturas en relación con los servicios y la mayor elasticidad-ingreso de la demanda de estos últimos) hacen lo contrario. Al principio, predominan los efectos positivos en las manufacturas, porque la revolución agrícola es enorme. Sin embargo, llega un momento en que la agricultura es demasiado pequeña para dar un impulso positivo a las manufacturas. Entonces dominan las fuerzas que operan dentro de las manufacturas y el sector de servicios. Las participaciones en el empleo en las manufacturas empiezan a caer. En Estados Unidos, han estado cayendo durante siete décadas. La idea de que este proceso sea reversible es ridícula. El agua fluye cuesta abajo por una buena razón.
En la industria, las tareas son repetitivas y deben realizarse con precisión en un entorno controlado. Esto es perfecto para los robots. Por lo tanto, la probabilidad abrumadora es que en unas décadas nadie trabajará en una línea de producción. En cierto modo, es una lástima. Pero el trabajo también era deshumanizante. Sin duda, podemos hacer algo mejor que añorar con nostalgia este pasado que se desvanece inevitablemente.
Los seres humanos buscan culpar a alguien por acontecimientos que escapan a su control. Es mucho más fácil culpar a China de la desaparición de empleos en el sector manufacturero de Estados Unidos que a los consumidores internos y la automatización. El déficit comercial bilateral de bienes de Estados Unidos con China es de sólo el 1% del PIB. El déficit general de bienes de Estados Unidos ha rondado el 4% del PIB desde poco después de la crisis financiera de 2008. Si se eliminara ese déficit (probablemente imposible, dada la competitividad estadounidense en el sector de los servicios y las fuerzas macroeconómicas que provocan los déficits comerciales de Estados Unidos), de hecho, aumentaría la producción interna de bienes (presumiblemente a expensas de los servicios), pero lo más probable es que haga que las proporciones de empleo vuelvan a los niveles de hace una o dos décadas.
De hecho, como demuestra Lawrence en otro artículo para el PIIE, “¿Está Estados Unidos atravesando un renacimiento de la industria manufacturera que impulsará a la clase media?”, incluso la Ley de Reducción de la Inflación de Biden simplemente generó una “disminución constante de la participación del empleo manufacturero en el empleo no agrícola”. Los aranceles de Trump probablemente no generen más que eso. Después de todo, los países asiáticos ricos con superávits comerciales en manufacturas también tienen proporciones decrecientes de empleos en ese sector.
Esto no significa que no haya cuestiones importantes en la producción y el comercio de manufacturas. Algunas manufacturas son, de hecho, vitales para la seguridad nacional. La capacidad de producir algunas manufacturas también puede generar externalidades importantes para la economía. Aun así, la idea de que estas son manifiestamente más importantes que en otros sectores (el software, por ejemplo) es absurda. De la misma manera, a medida que cambia la estructura de la economía, la gente necesita ayuda para desarrollar nuevas habilidades. La ausencia de un mercado en la creación de capital humano es una falla del mercado que justifica la intervención.
La fetichización de la industria no puede restaurar la antigua fuerza laboral. Peor aún, los aranceles de Trump no sólo no lograrán ese objetivo, sino que causarán más efectos secundarios nocivos. No menos importante, crearán un choque entre los efectos de los aranceles, la expulsión prevista de millones de inmigrantes ilegales y los recortes de impuestos planeados. Las consecuencias para la estabilidad política y económica serán el tema de la columna de la próxima semana.
https://www.ft.com/content/aee57e7f-62f1-4a57-a780-341475cd8f89